Inventar una deidad

Y justo a continuación
no creer en ella.

Es mi naturaleza
terriblemente atea
la que dirige mi descreimiento
mi falta de fe ciega
mi ceguera de fe
o lo que sea.

La rima, ay, la rima
esa maldita deidad
desterrada del valle de las sombras
de cada poema melancólico
en el que abrir la cabeza
al paso de los años.

La rima, ay, la rima
en la que nunca creí
incluso haciéndole versadas
reverencias.

Nieve

Cae la melosa nieve
cautivando miradas
manto
siempre manto
algodón frío
hoy me recuerda
el libro duro y cruel
que terminé esta noche
de Primo Levi
sobre su estancia en Auschwitz
durante la matanza sistemática
trabajando en su propia
máquina de destrucción masiva
sobreviviendo
al invierno polaco
bebiendo agua helada
tras filtrarla para no enfermar
intentando mantener la humanidad
sobre una nieve de hombre libre
que se puede ver a través de una ventana
mientras las piernas entran en calor
gracias a 800 vatios de potencia
y se escribe un poema sobre
la melosa nieve
cautivando miradas
y se critica sutilmente
el abuso
de la palabra manto
para referise a ese cobertor blanco
de estructura microscópica tan particular.

Clase de poesía para niños y niñas

El otro día tuve la suerte de ser invitado a un colegio de primaria a contar mi experiencia como poeta, acompañado de un pequeño ejercicio de creación atípico que les dejó encantados.

A Ernesto Pentón, padre de Elías, le había propuesto la profesora de cuarto curso de su hijo que se acercase un día a explicar por qué, cómo, cuándo… se hizo poeta. Y Ernesto me pidió que le acompañase. La verdad es que me sentía un poco fuera de lugar, pero me hice un pequeño hueco y sé que a él le apetecía no sentirse solo delante de un montón de minipersonas que le interrogasen sobre sus textos o sobre todo lo pensable y lo impensable.

No obstante, salió muy bien parado y leyó algunos de sus poemas que los niños y las niñas aplaudieron sin comprender la profundidad de los mismos. ¿O sí?

Luego comenzaron a preguntarme algo, como si yo, un nopadre, existiese. Y les encantó. Sí, se me dan bien los niños y las niñas. De hecho, especialmente mejor las niñas, a las que incluyo y me dirijo, sabiendo que no suele ser lo más habitual y que, casi inconscientemente, se dan cuenta y lo agradecen.

Les conté un poco de mi vida, pero poco porque teníamos un tiempo muy reducido, y les hablé de la libertad que da la poesía, aunque no les quede más remedio que estudiar los obsoletos autores rancios que estudian en primaria, con Machado (remarqué Antonio y no Manuel) como el más vanguardista de ellos.

Ni una mujer (salvo alguna religiosa y la omnipresente estudiada gallega) en su haber literario. Ignoradas las del 27 a las que dediqué un pequeño pero significativo comentario. Hay que hacerles conscientes. Pero no es trabajo de la de lengua… ni de nadie, parece ser, así que siguen aprendido sin reflexión. Memorizando sin sentido.

Les propuse un ejercicio para terminar la sesión de 50 minutos en el que tenían que ser capaces de extraer, a partir de unas hojas arrancadas de un libro de Poesía Española Contemporánea (lo que casi es un oxímoron), un poema o texto poético a base de tachar lo que les sobrase para conseguirlo. Un trabajo que mis alumnos y alumnas de talleres de poesía y escritura creativa hacen sin ningún problema en 5 minutos.

Les costó mucho, les resultaba difícil y desconcertante eso de haber arrancado una hoja, eso de tener que tachar de un libro (oh, el canon), sí, de un libro impreso y serio tachar sin piedad hasta quedarse con lo que querían. Pero aún son pequeños y pequeñas y no entienden la trascendencia de la ruptura, la importancia de la rebelión.

Prefiero, sin dudarlo, adolescentes de espíritu valiente. Se sobreestima a los menores, diciendo que son muy creativos, pero no es del todo cierto. Son juguetones y juguetonas, pero no son conscientes de sus actos en gran medida y, desde luego, en absoluto de las repercusiones de los mismos. Para bien y para mal, pero a mí no me motiva enseñar a desaprender a gente que no ha aprendido aún.

Por supuesto, el juego les cautivó y pasaron un rato estimulante, e incluso alguna personita consiguió sacar algo de provecho, ahora que, si lo pienso, no es probable que de las 20 personas presentes más de 2 acaben siendo poetas.

Una experiencia interesante y que le agradezco a Ernesto. Corroboré lo que suponía: Primaria no es lo mío. Soy demasiado adulto. Y me encanta.

6

seis

cada mes
tiene
un día
en que mi corazón sonríe
recordando
una cita en el achuri
bajando argumosa
mis ojos
intentando disimular
mirando un libro
posiblemente del revés
ella acercándose
con su vestido de planetas
azul
su piel morena
morena
y una risa en sus pasos

seis

cada mes
tiene
un día
en que mi corazón sonríe
recordando
su definitiva mudanza
a mi casa
que hoy
es nuestra casa
con sus colorines
entre mi blanco y negro
invadiendo de alegría
la racional partición del espacio diáfano

seis

cada mes
tiene
un día
en que mi corazón sonríe
recordando
que el mes anterior
tuvo un día
seis
en que mi corazón sonrió
recordando
que el mes anterior
tuvo un día
seis
en que mi corazón sonrió
recordando
que el mes anterior
tuvo un día
seis
en que mi corazón sonrió
recordando
que el mes anterior

y me quiere
todavía

Presentación La Memoria de las Hojas

Ilusionado, hoy acompaño a Susana Recover en este evento presentándola, prologándola. He ayudado a su creación desde el primer momento, aquellos lejanos años de primeros del siglo XXI, cuando se acercó a mi entonces inexperta mano de coordinador de Talleres de Poesía. Creyó en mí. Ahora, muchos años después, su primer libro ve la luz.

Ha seguido creyendo en mí para ayudarla en el proyecto, para poner en marcha su andadura, para estar a su lado en la presentación en sociedad del libro. Y me hace feliz saber que, gracias a mi trabajo, poco a poco, pero inexorablemente, hay más poesía en el mundo. Por supuesto, también gracias a su trabajo, a su creatividad, a su constancia, a su mirada y a su poesía.

Dejo el prólogo aquí pero ya está en el libro:

Prólogo de Memoria de las Hojas

Un rastro de tu aliento
que rueda en mi piel:

un poema.

Instantes. Susana Recover

Se impone silencio. Habla el corazón. Un corazón entre los dedos y unos dedos de pura intuición. Se regala espacio en blanco a la orilla del mar. Se propone lectura liberada de normas para escritura liberada de vuelo de ave en medio del cielo. Se buscan palabras a ras de suelo aunque sean malévolas y escurridizas. Se ofrece poesía con el peso de unas botas, un bebé de cinco kilos o un torrente de memorias.

Todas estas aventuras se encuentran en las letras de este delicado poemario que Susana Recover ha venido produciendo desde hace más de una década.

A principios del milenio en curso, se acercó a uno de los talleres de poesía y escritura creativa que proponemos en la Asociación Cultural Clave 53 y, al menos desde entonces, me consta, Susana no ha dejado nunca de escribir. Con más o menos facilidad, ha encontrado huecos para no cesar su rayo de palabras, para continuar satisfaciendo su necesidad de ser poeta. Avatares varios que nos cuenta sutil en estas líneas, con la sinceridad y la honestidad de una poesía íntima y desnuda, carnal y visceral, pero con la ternura modulada por una inteligencia creativa y consciente.

En la poética de Recover se puede encontrar aunada con habilidad una poesía sintética, sencilla, donde podemos rastrear lejanas influencias de realistas sucios, pero también de Wislawa Szymborska, junto a un enfoque analítico, descompositivo, casi constructivista que profundiza una mirada compleja a un entorno en constante evolución y al que se adapta con energía y sabiduría.

Carente de pretensiones esteticistas, pero con un claro interés por la palabra poética en su más pura forma, parece una poesía fácil, casi simple, sin serlo en absoluto. Es una poesía elaborada y que surge no sólo de estados emocionales temporales sino de una voluntad firme de generar versos. Voluntad que se nutre de servir de ejemplo, entre otras cosas, a su hija Irene, a quien le regala la dedicatoria de este libro, aunque quizá no tiene en cuenta que ha sido ella, Irene, quien le ha regalado a ella, Susana, la exigencia de escribirlo y con ello regalárselo a todo lector que se acerque a este texto.

Tras varios años de silencio había sido requerida por su hija para explicarle por qué no había escrito ya el libro que tenía en mente escribir. Pero la pregunta no tenía excusa, como bien saben el Bukowski de «Aire, luz, tiempo y espacio» y la autora, lectora de este maldito norteamericano, así que tan sólo había postpuesto lo inevitable: cerrar este capítulo gestor, redondear lo necesario para terminar el libro para el que llevaba goteando poemas desde hacía tres lustros.

Después de recorrer los cajones electrónicos y analógicos en busca y captura de sus antiguos escritos, afrontó la tarea de completar lo hallado con nuevas producciones que fue vertiendo durante varios meses del 2016, alcanzando cotas de calidad fruto posible de la madurez como persona y poeta.

Durante estos tiempos de trabajo, he tenido el placer de ir recibiendo el material trabajado y darle forma, una forma compleja, difícil de adecuar a una poesía libre y pausada, equilibrada, de verso corto y denso, sin florituras ni artefactos líricos, que no recargue una composición tan contenida, pero no por ello incapaz de convulsionar el motor de la emoción.

Muchos de sus poemas no tenían título así que en la edición hemos apostado por dejar un sugerente indicativo de lo que podría haber sido, apenas legible, en un gris claro casi blanco, entrecorchetado y en cursivas.

La separación en secciones no es en absoluto arbitraria y nos habla de la multitud de motivos de la poesía de esta autora que se reparten a lo largo y ancho de las visicitudes de una vida y un planeta, a ambos lados de un charco llamado océano, de Binigaus, Choroní a Córdoba o Rascafría.
Por supuesto, no podía faltar una sección dedicada a Irene, esa perla que, como decíamos antes, ha incubado en cierto modo la voluntad de nacer de este libro, que incluye algunas de las más antiguas composiciones de Susana Recover.

El poemario se cierra con una delicadísima sección de Instantes, el aware asombrado de un haiku, sobrecogimiento austero y emotivo, con una certeza y un anhelo: tras la última palabra, silencio y tras ese silencio, vendrá otro libro.

Un roce es un choque

Nuestras nubes electrónicas
se interpenetran.

La probabilidad de encontrar un electrón mío
orbitando alrededor de un núcleo atómico tuyo
dista mucho de ser nula.

Mis átomos no saben
si son parte de tus moléculas más periféricas
e incluso mis emanaciones nitrogenadas
u oxidocarbónicas
han profanado
sin nuestro mutuo acuerdo
tu sacrosanta oquedad pulmonar.

Algunas de mis moléculas
ya son parte de ti
y las tuyas me conforman
y escriben este poema
de sensibilidad y materia.

Creo haber visto una célula
volar entre tejidos
de tu epidermis a la mía
o viceversa versando
sintiéndose perdida.

Rastros de ADN hemos intercambiado
en pequeñas dosis
de fibras inasibles.

Soy algo de ti.
Eres algo de mí.
A falta de asumir
que somos todo continuo
con siluetas derivadas
de un problema abismal
de capacidad visual
y necesidad aberrante de categorización
simplificante.

¡Ay si pudiéramos ver
con ojos de microscopio electrónico!

Incluso los fotones
que crujen entre inexistentes
órbitas de Böhr
nos tomarían el pelo
y nos regañarían
por querer poner palabras
(roce/choque)
donde sólo hay
goce.

Esto no es una broma