Preocupaciones cuando no hay gobierno

preocupaciones

Es evidente que estamos muy preocupados porque este país no tenga gobierno más que en funciones
o en defunciones.

Evidente que nos preocupa la crisis
de edad.

Evidente que nos preocupa la privacidad de la que Apple es abanderada.

Es evidente
de vid del vino en ofertas.

Evidente que he engordado y estoy tan preocupado que lo busco en el que hogaño
era un gran periódico
de los representantes de ese cuarto poder.

Evidente el caso y el morbo y la noticia política lleva un tono
de telecinco y hola.

Evidente.
Y así seguimos.

¿Y si tuviéramos un sistema electoral de «segunda vuelta»?

Me pregunto qué habría pasado si tuviésemos un sistema de segunda vuelta electoral, al modo del sistema francés (al menos para elegir al presidente de la república).

Tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015 se habrían podido presentar, tras no llegar a acuerdos, tan sólo las dos fuerzas políticas mayoritarias (PP/PSOE) y es mi deber suponer que habría ganado el PP, pero esta vez por mayoría absoluta, claro, como siempre en este tipo de sistemas.

Después de la decepción de ayer/anteayer, voy dándome cuenta de que la vida sigue, fiebres aparte, y que hay mucho margen de maniobra, incluso políticamente hablando.

Un partido como Unidos Podemos era inconcebible hace 5 años y ahora está ahí, miedos aparte, siendo el tercer partido más votado y por más de 3 millones de personas.

Está claro que la derecha (C’s incluidos, por supuesto) ha pensado de esa manera, de segunda vuelta y ha decidido agrupar su voto en el más votado. Esto le ha supuesto (merced al Sistema D’Hont) una importante mejora electoral.

Sí, seguimos pensando en términos de derecha/izquierda y aunque ya no sean como eran en el siglo XX (pre-caída-múrica), es cierto que hay muchas diferencias, pero no son tan irreconciliables como parecen.

Los comunistas han dejado de tener rabo y cuernos, pero los franquistas han dejado, también, de fusilar a los disidentes y meterlos en cunetas o en la cárcel. Las exageraciones producen monstruos y los monstruos se alimentan de nuestra carne y nuestra mente.

Sigo sin comprender, como decía ayer, cómo ha podido votarles tanta gente, habida cuenta de sus múltiples escándalos, y no, no me creo que todo sea una consecuencia del fraude electoral. Habrá habido fraudes, pero seguro que de otros lados también. Sólo que en el PP son más y más cabezotas y no creen en la democracia. Yo, ingenuo, sigo creyendo en la democracia incluso o a pesar de lo que pasó el domingo.

Ahora toca otro día de dolorosos comentarios en las redes sociales de las que estoy desconectado afortunadamente por enfermedad, y no quiero ni pensar en algunos encuentros con amigas cuyo pensamiento dogmático y prepotente les hace, en el fondo, creer tan poco en la democracia como esos (muchos, no todos) votantes del PP que tanto denostan.

No lo entiendo

Estupor
ante la victoria clara del PP
tras una temporada en la que han salido a la luz
numerosos casos de corrupción
de prácticas delictivas del ministro de interior
que tenía
ayer
que dar los resultados del escrutinio.

Brexit.

Está claro que hay miedo y un grito
generalizado de sálvese quien pueda
se lanza desde todos los frentes.

El país de pandereta en el que vivo
no tiene parangón.

Tengo fiebre
y no tiene nada que ver con las elecciones
pero me pone enfermo este panorama
postelectoral.

Voto por correo

Ayer voté por correo.

Nací mientras aún estaba vivo
Francisco Franco.

A la tierna edad de 13 años
viví con intensidad una jornada
pavorosa
durante la cual
un grupo de personas
que no creía en los partidos políticos
como modo de gestión de nuestras necesidades nacionales
quiso imponer una regenerada dictadura.

En ambos casos
la figura de la monarquía fue relevante.

Ayer voté por correo
porque creo en la democracia
incluso en la democracia parlamentaria representativa.

Se me dirá que soy un ingenuo.
Se me dirá que todos son iguales.
Se me dirá que no hay arreglo.

Pero quienes me dicen eso
son los que me empujan a votar.

Quizá porque Francisco Franco
habría pensado que yo era un ingenuo
habría pensado que los políticos eran algo de lo que desconfiar
habría pensado que él podía arreglarlo.

Ayer voté por correo
arriesgándome a que en último momento
pase algo (de última hora)
que pueda hacerme dudar de mi voto
no tan importante, después de todo.

Me dio por pensar
que no votaba por los últimos momentos
sino por la confianza (ingenua) en una propuesta
articulada con mayor o menor acierto
en un programa electoral
que ha de ser un programa de gobierno
por la confianza en la diferencia
aunque sea sutil
de quienes se postulan para dirigir las riendas del país
por la confianza (ingenua, lo sé)
en la intención de arreglar
lo que puede que no tenga arreglo.

No quedo expectante
a ver si ganan «los míos»
porque creo en la democracia
y ganarán los que elijamos
los que somos tan ingenuos
como para votar
(sistemas electorales aparte).

Obsesiones gramaticales

Desde el momento en el que encuentro en un texto la expresión «todos y todas» paso un rato hasta que encuentro algún lugar en el que se han olvidado de esa necesidad de explicitar el femenino, o algún otro momento en el que se produce algún error gramatical de concordancia genérica.

He de decir que es raro (muy raro) que no encuentre cualquiera de estas últimas dos cosas.

Hoy, en una consulta a las bases de IU me ha vuelto a pasar:

En este proceso contamos todos y todas. Es un momento de especial importancia política, y es fundamental la participación de las bases de cara al mismo. Por ello sometemos a consulta de la militancia y simpatizantes de Izquierda Unida (inscritos antes del 28 de abril) la propuesta de acuerdo, que será estatal y en el marco de una coalición electoral.

¿No hay inscritas?

Comprendo la necesidad de visualización, pero no a cualquier precio. Y estamos pagando un precio valioso… salvo para quien no lo considera valioso.

Sigo pensando que no excluyo a nadie por su género (sexo) cuando digo alguien, nadie, todos, los humanos, etc… pero supongo que se me dirá que es por mi condición de privilegiado en el sistema heteropatriarcal. Yo no lo creo, pero no estoy seguro, ya, de nada. (Si es que alguna vez lo estuve)

14 de abril de 2016

bandera_republicana

… y seguimos con una monarquía que diferencia a unas personas como las indicadas para ser los jefes del estado por el hecho de descender de otras que fueron ungidas por la autoridad papal.

Hay pocas familias «monárquicas» y, afortunadamente, su preponderancia gubernativa no hace sino menguar desde hace un par de siglos, no obstante, aún mantenemos una obsoleta institución, que lo único que hace es afirmar que los ciudadanos no somos capaces de elegir a nuestros jefes de estado, sino que han de estar por encima de las decisiones del pueblo (legitimadas mediante las constituciones, en el mejor de los casos, que supuestamente pueden modificarse).

Cuando aquellas modificaciones fueren ratificadas nos hallaríamos en un brete equivalente al que se tuvo desde la primavera de 1931. Y quizá, con igual desdicha, probaríamos cierta incapacidad para pactos, acuerdos, consensos… etc.

Desde luego, lo que resulta, ya para colmo, bochornoso es encontrar el apellido «urdangarín» en la lista de sucesión, pero yo tengo grandes esperanzas de que, si al final este llegase a ser un verdadero viable sucesor, acabaríamos por comprender que no es un mal menor, sino un vestigio arcaico donde en lugar de monarquía (el gobierno de «el mejor») tenemos una tiranía.

La línea de sucesión al trono de España está dispuesta, tras la proclamación de Felipe VI, en el siguiente orden:12

Simple silver crown.svg Rey Juan Carlos I (n. 1938).

Simple gold crown.svg Rey Felipe VI (n. 1968).

(1) Leonor de Borbón y Ortiz, princesa de Asturias (n. 2005).
(2) Sofía de Borbón y Ortiz, infanta de España (n. 2007).
(3) Elena de Borbón y Grecia, infanta de España y duquesa de Lugo (n. 1963).

(4) Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, Grande de España (n. 1998).
(5) Victoria Federica de Marichalar y Borbón, Grande de España (n. 2000).
(6) Cristina de Borbón y Grecia, infanta de España (n. 1965).

(7) Juan Valentín Urdangarin y Borbón, Grande de España (n. 1999).
(8) Pablo Nicolás Sebastián Urdangarin y Borbón, Grande de España (n. 2000).
(9) Miguel Urdangarin y Borbón, Grande de España (n. 2002).
(10) Irene Urdangarin y Borbón, Grande de España (n. 2005).

No voy a votarles si siguen por esta línea

Estoy harto de mis tradicionales partidos de izquierda.

Voté a una izquierda que me convencía, una izquierda moderna, ecologista, federal, dialogante que de tanto serlo ha acabado absorbida por Podemos.

Voté en reiteradas ocasiones a una izquierda más tradicional, que me hacía pensar que seguían defendiendo modelos sociales (socialdemócratas) que los partidos que buscan la centralidad (esa irrealidad malintencionada) habían dejado de lado.

Pero ya estoy hartándome de su incapacidad para ganar, a pesar del tacticismo inteligente (pragmático) de Pablo Iglesias, no han sabido consensuar un acuerdo previo a las elecciones generales que hubiese supuesto el famoso sorpaso que habría abierto la posibilidad de un gobierno socialista dentro de los márgenes de la democracia europea.

Y luego se sientan a proponer mesas de gobierno a cuatro bandas… ¡pero basta ya de bandas!

Quiero que vayan unidos a las próximas elecciones y si no consiguen hacer a un lado las diferencias para conformar gobierno, para conformar una candidatura común, lo siento pero no veré tan mal que forme gobierno la gran coalición que no tienen reparos en hacer a un lado la ideología para gobernar.

¿Qué sentido tiene que no se presenten juntos y luego sepan que están dispuestos a sentarse juntos a conformar alianzas? ¿No es una estupidez estratégica, habida cuenta de que todos los partidos saben que la Ley D’Hont aplica para todos?

Estoy harto de sus miedos, de sus miserias y de sus personalismos. Harto de Pablo Iglesias, que es populista a más no poder, pero harto también de Alberto Garzón y «los maestros» de la izquierda. ¡Venga ya! ¿Cómo era eso de El pueblo unido…?

Pues aplíquense.
O no cuenten conmigo una vez más.

4 de 4

Alberto es un nombre propio masculino de origen germánico en su variante en español. Es una contracción de Adalberto, que significa el que brilla por su nobleza o nobleza brillante. (Recordar que no es oro todo lo que reluce)

Mariano es un nombre propio masculino de origen latín. Mariano puede proceder del nombre Mario o del adjetivo mariano (referido o partidario de la Virgen María).

Pablo es un nombre propio masculino de origen latino (Paulus) que existe desde la antigua Roma y fue un cognomen de una gens (familia) romana ilustrísima llamada Gens Emilia. El nombre Paulus deriva del adjetivo latino paulus, que significa pequeño u hombre de humildad. Su prevalecencia en el mundo cristiano es debido al hecho que se relaciona con el Apóstol Pablo o Pablo de Tarso.

Pedro es un nombre propio masculino español que proviene del nombre Petrus (en latín), que significa piedra (en el sentido de «firme como una roca»). Pedro es un nombre muy común, sobre todo en España e Iberoamérica. El nombre latino es cognado (poseen una fuente común) del nombre griego Πέτρος (Petros), que también significa piedra.

En resumen, cuatro hombres, cuatro gallos cacareando. Ninguna mujer.

¿No haría bien el PP cediendo paso a alguna de sus mucho mejor preparadas segundas de a bordo o tal como yo siempre he creído, parte de su electorado no lo soportaría pues son machistas hasta grados inconfesables? Desde luego, algo es seguro: mejor que el actual, sería cualquiera.

¿No haría bien Podemos para presumir de feminista, bandera que abandera hasta posiciones absurdas, dejar de lado a su eclesiástico Pablo y erigir en opcional a una de sus talentosas mujeres? ¿Alguna de entre las interesantes aportaciones que parecen sepultadas de Equo?

¿No haría bien C’s, vociferadores de presuntas nuevas políticas, cediesen paso a su muy presentable Inés?

¿No haría bien PsoE saludando a victoriosas mujeres andaluzas que tienen en su partido para aglutinar el voto feminista-light?

No acabo de entender cómo esto no se convierte en una herramienta de primer orden a la hora de elegir un candidato.

Más del 50% del electorado es mujer.

No lo comprendo: no se trata tanto de establecer «cuotas» o «paridades» si no (al menos) de intentar utilizar políticamente este hecho. Estoy convencido de que si alguno de estos partidos (el PP sigo pensando que será el primero en hacerlo y el último en desear hacerlo) diese ese paso, saldría enormemente beneficiado.

Parece que el único intento de pensar en el electorado femenino ha sido a la hora de elegir candidatos «atractivos» para captarlas. Pero ¿de verdad funciona? ¿Las mujeres no están hartas de no verse reflejadas en las instituciones? ¿no votarían masivamente a un partido que llevase en su primera línea a una mujer con la que, quizá, identificarse?

Sé que se dirá que lo que importa es la política que el partido en cuestión esté dispuesto a hacer en ese área y estaría esencialmente de acuerdo si no pensase que el marketing también cuenta y se ha elegido a Pablo/Pedro/Alberto por sus marketinianas caras. ¿A nadie le pareció que sería atractivo el elegir una mujer para la opción primera?

Mi sensación es que se sigue estando convencido de que no aceptaríamos a una mujer en un cargo semejante.

Y me entristece.

Esto no es una broma