Leo con frecuencia (esta vez en El País) que el antisemitismo está aumentando a raíz de la crisis económica, así como que los antisemitas están más localizados a la izquierda del espectro ideológico español.
Me inquieta pensar que, detrás de esto, haya un problema político más que racial encubierto de problema racista.
Para empezar, no vendría mal hacer algunas aclaraciones al respecto: En primer lugar, semita es una denominación de un conjunto de pueblos que tienen el común, principalmente, el pertenecer a una misma familia lingüística.
En segundo lugar, los hebreos están dispersos por el mundo y los Israelitas son un país. Habría que diferenciar entre el odio posible a los judíos, que, como señala el artículo, no podemos distinguir, del declarado odio o manifestaciones contrarias al estado de Israel. Pero esto también tiene palabra para designarlo sin problemas: antisionista.
Es más, incluso habría que poder distinguir entre aquellos que están en contra de la existencia de un estado confesional hebreo y aquellos que están en contra de lo que tal estado está realizando a su alrededor para mantener un estatus-quo claramente insostenible, por supuesto, con la aquiescencia o incluso el apoyo de los gobiernos occidentales interesados en perpetuar un conflicto que permita enfrentar naciones o religiones para lograr una demanda de compra de armamentos y garantías bélicas que equilibren la balanza comercial de los consumidores y los productores principales de petroleo.
Cuando se utiliza la palabra antisemita actualmente se tiende (y creo que intencionadamente) a confundir estos términos con el fin de que nadie pueda declararse antisemita por antijudío, ni siquiera por antisionista y, de este modo, reducir las manifestaciones contrarias al régimen del gobierno israelí.
Pero, si usásemos la palabra antisemita en su sentido más etimológico, cabría decir que España es uno de los países más antisemitas que hay, teniendo en cuenta que el desprecio a lo árabe es tal que no queremos reconocer, ni siquiera, nuestra herencia, semítica por partida doble, más allá de un tímido intento realizado en esa «alianza de las civilizaciones» que no atrae ni mínimamente el interés ni la empatía de una minoría de los españoles.
Así que, ¿somos antisemitas? Sí, pero no antijudíos. ¿Antisionistas? No, pero sí contrarios al gobierno israelí, al menos formalmente. Es decir, queda bien criticar (es políticamente correcto) el integrismo hebreo del estado de Israel, pero lo apoyamos completamente de manera soterrada en su política de aplastamiento del enemigo árabe.
Si no usamos las palabras con precisión, nunca podremos definirnos.
Si es preciso, deberíamos dejar de definir las palabras con imprecisión, con generalidad, por costumbre, para, quizá, ser menos manejables.
política
Twitter y la brevedad
Lo bueno si breve dos veces breve, dicen. Y se presume de que Twitter es la forma típica de comunicación del futuro o, como diría Alex de la Iglesia, del presente. Bien, pues sus 140 caracteres son por un lado algo que estimula la capacidad de síntesis, pero por otro, más peligroso, la tendencia a la simplificación.
El futuro es tan complejo (el presente) que simplificar puede que resulte absolutamente necesario para poder comunicar algo al respecto.
¿Cómo analizamos las consecuencias de un terremoto en Japón?
En un mismo titular (casi un tweet), hablamos de miles de muertos y de centrales nucleares afectadas. Inmediatamente, muchos creen que esos miles de muertos lo han sido por las centrales nucleares. Las centrales nucleares, por tanto, son malas malísimas.
Critico esta forma sensacionalista de dar la información.
Pero más grave aún me parece que se gobierne con esos mensajes y que puedan ser electoralmente rentables: veo que Merkel, canciller alemana, decide de repente clausurar o algo semejante la mitad de las centrales nucleares en suelo alemán (claro, siempre preocupándonos por eso de las nacioncillas) y Zapatero haciendo lo propio en España, etc, etc.
Y no puedo evitar preguntarme… Si era así de fácil dejar de depender de esas centrales y su abastecimiento energético, ¿por qué no se juzga a los que las mantenían abiertas? Aunque sólo sea por imprudencia temeraria.
Por otro lado, la alternativa que se presentará, de forma inmediata, es decir, sin un gran aporte económico y logístico previo, será aumentar la dependencia energética del sector petroquímico. Generará guerras, con más de miles de muertos, no directos, por supuesto y en países que no nos importan mucho.
Ahora bien, ¿significa esto que me parece estupenda la política de crecimiento de consumo energético que nos lleva a dependencias absolutas de fuentes agotables o peligrosas o ambas?
La respuesta es no.
No me gusta la idea de crecimiento continuo que lleva vigente en el mundo occidental desde la Ilustración cuando menos. Y ya entonces Voltaire, con su inteligencia irónica, vilipendiaba el progreso como algo no tan bueno.
Hace tiempo que hablaba con mi amiga Sylvia sobre los lugares o asuntos a los que dedicar la inversión en investigación y ella sostenía (repito, hace más de 10 años) que sería interesante dedicar inversión a temas sociales, a temas culturales humanistas, a otros temas que no fueran los puramente tecnológicos, pero ni yo mismo la hice caso. Le decía que era inherente al hombre el desear un progreso científico-técnico que mejorase nuestras condiciones de vida. Pero la realidad es que esas mejoras se han orientado fundamentalmente al desequilibrio de la riqueza adquirida y a la fabricación de una sociedad más estratificada, donde las clases dirigentes están por encima de un nivel apreciable. No se les ve.
Y ahora cerraremos centrales nucleares, incluso cuando tecnológicamente serán siempre más eficaces que las térmicas-petroquímicas, por un pensamiento tweet. Un pensamiento de 140 caracteres. Y luego las volveremos a abrir por otro pensamiento tweet.
Y ahora llamamos a Gadaffi sátrapa, luego tirano, luego dictador, después gobernante. (En menos de 140 caracteres)
Y nos olvidaremos de que las centrales nucleares llegaron para satisfacer una necesidad que no era tal pero estaba ahí de consumo, consumo y consumo de energía que sirve para justificar la bondad del sistema capitalista. Sistema de crecimiento continuo, de crecimiento sostenible, como si un crecimiento continuo pudiese ser sostenible.
Seguiremos queriendo tener más y más cosas, cosas nuevas para poder renovar el armario, el coche, el ordenador, la casa, la calle, el portal. Siempre más y más, siempre creciendo, siempre hacia arriba, siempre sin mirar abajo.
Y, abajo, estarán las centrales energéticas que permiten esa ascensión.
¿Renovables?
¿Cuántas y cómo?
La energía solar aún está sin demostrar su capacidad generadora, siendo su principal problema la producción de unos residuos (las baterías o acumuladores químicos necesarios para almacenar la energía) que en pequeñas cantidades son manejables, como lo eran unas cuantas bolsas de plástico, como lo eran unas cuantas pilas, pero que en las grandes cantidades derivadas de la sustitución paulatina de los medios de producción energética actual aún no han mostrado sus maldades. Después vendrá decir que hay que solucionar este problema.
Existen los parques eólicos que se extienden peligrosamente afectando al paisaje mucho más que una autopista y que si van en aumento también deberán responder a las exigencias medioambientales que ahora se exigen a otras intervenciones similares.
Y la geotermia y las mareas y …
¡No! El problema está antes: debemos asumir que el planteamiento del sistema de crecimiento continuo era insostenible por definición. Esto afecta a todo lo demás. Tenemos que asumir que no es mejor el que llega más lejos, es más que no hay que aspirar a ser el más o el mejor, que la felicidad (ah!, de cuando en cuando conviene hablar de eso) no se logra de esa manera. Que la búsqueda de la felicidad debería ser el verdadero y directo objetivo de la vida.
Sin embargo, se sigue confundiendo con frecuencia calidad de vida con nivel adquisitivo, especialmente en los países autoproclamados ricos.
Necesitamos que nos enseñen a apreciar nuevos valores, que nos enseñen a olvidarnos de los antiguos, que nos enseñen a vivir en el ocio, en el tiempo libre, necesitamos un reparto más igualitario de la riqueza generada gracias a los medios de producción postindustriales para poder sentir que el paro no es una amenaza, sino la falta de riqueza, esa riqueza que es capaz de generar una mejora tecnológica.
Necesitamos creer en dioses nuevos: los viejos han muerto.
Y cuanto antes lo hagamos, antes estaremos preparados para el nuevo orden mundial.
Porque un nuevo orden mundial se avecina a marchas forzadas, a toda velocidad, en un tren bala, y nos va a estampar contra las paredes en su ímpetu. Más nos vale que nos gusten las paredes.
Apocalipsis. Se habla de apocalipsis. Qué bíblico. Pero algo hay de cierto: el mundo conocido se resquebraja por todos los lados y no queremos afrontarlo. Estamos en la frontera de un terremoto de 12 en la escala de Richter. Hemos formado, poco a poco, nuestra propia Theia y ahora nos toca comérnosla con patatas.
No te olvides de…
Haití
Japón
Chile
Irak
Afganistán
el 11 M
el 11 S
El hambre
La pobreza
La injusticia
El reparto desequilibrado de los medios de producción
La Guerra Civil Española y los 40 años posteriores de represión
El Holocausto
Gaza, Palestina y otros nuevos crímenes de lesa humanidad
Libia
Chad
Sudán
Somalia
El Apartheid
La prostitución no deseada: la trata de blancas
El maltrato infantil
La violencia de Género
El cambio climático y la desertización
Los desaparecidos de las dictaduras sudamericanas (con otro famoso 11 S)
El terrorismo
El paro
La crisis
La monarquía
El tsunami / los tsunamis
Los terremotos y maremotos, volcanes, cataclismos varios
La sequía y la inundación o las inundaciones
El SIDA
La homofobia
El racismo
La ley SINDE
La telebasura y el cine dogmático
El sueldo de los políticos
El caso Gürtel
El caso Filesa
El caso Rumasa y Nueva Rumasa y …
La entrada en la OTAN y las Bases Fuera
El 23 F
Las masacres de la Plaza de Tian’anmen y el Tibet
Chernobyl
Los cables de Wikileaks
El Katrina
El Prestige
El Golfo de México y BP
…
…
…
No te olvides de…
Sonreír
Manifestaciones
Parece que ha llegado el momento de manifestarse… y nos lo pide la CGT en una convocatoria que me ha llegado por distintos medios. Yo quise compartir mi apoyo en una entrada en FaceBook que ha generado un breve debate que me sirve de entrada para el día de hoy en este blog: podríamos llamar a esto reutilización de información (o copiar y pegar).
Compartí la información diciendo que
Hay otras posibilidades de afrontar reformas estructurales. Pero el pérfido bipartidismo no nos deja ver más allá. Si no te convence lo que ahora mismo están proponiendo los partidarios de modelos neoliberales, este es el momento de manifestarte y decirlo.
A lo que añadí un comentario matizando esta publicación, así como añadiendo una miniexplicación de porqué creo conveniente la convocatoria:
No me gusta la foto, pero sí creo que es necesaria una manifestación que aporte algo de optimismo en el sentido de hacernos creer que otro modelo productivo y social es posible. Pero claro, hay que quererlo: no será perfecto ni mejor para todos, pero… al menos (sano para la democracia) es otro. Es decir, sí hay alternativas.
Por supuesto, como suele ocurrir en FaceBook, la publicación tuvo una respuesta inmediata. Parece que todos debemos opinar de todo lo que ocurra, es más, de alguna manera también deseamos que lo hagan para sentir que lo que decimos tiene algún tipo de repercusión. A nadie nos gusta predicar en el desierto, y sin embargo es razonable que muchas religiones consideren esa acción como algo fundamental para encontrar la verdad. Es predicando en el desierto (como este blog) donde se puede sentir que lo que se dice es verdad sin importar la opinión de los demás, que inevitablemente influye en la adecuación de la prédica al predicado.
Chema Vega dijo: Tenemos que creer que un cambio es posible para lograr vivir en una sociedad más justa y más humana. Pero no sé que pasa en España donde nadie sale a la calle, limitándose a lloriquear en los bares o en el sofá de su casa. Hemos olvidado que tenemos derechos, que somos personas con conciencia.
Manu Tango añadió: El cambio esta mucho mas arriba, debe ser mucho más grande y profundo, el sistema actual está terminado, esto es anecdótico.
Yo contesté principalmente a Manu diciéndole que al menos cambios mínimos pueden permitir una transformación más suave al nuevo sistema. Y no sé si le convencí o no, pero al menos le estaba dando la razón, porque creo que la tiene al mismo tiempo que le invitaba a decidir si convenía realizar esa manifestación con ese motivo.
Chema añadió que, según él, el cambio es difícil, y por supuesto que el objetivo es un cambio a nivel superior, pero la casa se empieza por los cimientos. Si la base de la pirámide, el pueblo, se organiza y reclama sus derechos es capaz de paralizar todo un país.
A veces me parece que hacemos análisis tan rápidos como superficiales, que, lógicamente, una herramienta como FaceBook son los que privilegia, y no sólo FB, sino en general toda publicación en Internet o pensada para un soporte electrónico (y esto es todo un artículo a parte) tiende a ser banal, simplona, con la perspectiva de que debe ser leída en un vistazo rápido, no escrita para ser reflexionada ni enjundiosa. Quizá por esto quise exponer con más profundidad, con más detalle, lo que había pensado y no escrito para no «perder el tiempo» ni hacérselo perder a nadie.
En un modelo socioeconómico como el español actual, dentro de la unión europea y con el grado de interdependencia que existe en el mundo globalizado, el pueblo no es el de un país, es el del planeta. Organizar eso es poco menos que imposibl …e, pero sí creo que se pueden dar pequeñas muestras a modo de ejemplo de colectivos menores. De ahí que a veces me parezca necesario comenzar por lo más más pequeño, los amigos, conocidos, el camarero que me atiende, el hombre que me vende el pan… y no pidiéndoles que se organicen sino organizándome yo para tratar a cada uno con la deferencia que merecen, respetando sus libertades hasta el punto de aguantar cosas que no me gustan, pero para mí esa es la convivencia…
Como digo, esta manifestación no será ni mucho menos y espero que no intenten esa vía, un comienzo de una revolución, porque es algo que no está bien definido, sino (y no es poco) una petición de moderación a quienes están desmantelando el sistema de protección social rápidamente con la excusa de la crisis, justo cuando más va a hacer falta.
Con esa llamada de atención ya me quedo satisfecho porque el buen funcionamiento de estas pseudodemocrácias en las que vivimos, necesita un control de la opinión pública más activo que el actual.
Teniendo en cuenta la incapacidad e incluso la falta de interés de los medios de comunicación por ocupar ese rol, queda la esperanza de que lo hagamos los ciudadanos en pequeñas manifestaciones (o no tan pequeñas), huelgas justificadas (aunque la labor de los sindicatos actuales deje mucho que desear), y una participación activa en las próximas elecciones para intentar frenar el bipartidismo que, aunque no es el mal que nos ocupa, no ayuda en lo más mínimo a la contención debatida que podría ser deseable para creer que vivimos en democracia representativa.
Sé que no es lo suficientemente profundo este análisis de situación, igual que sé que esa manifestación no cambiará el mundo, pero sí creo que es preciso abrir debates que nos hagan entender que en un mundo complejo, no debemos excusarnos en la complejidad para no afrontar posibles reformas o impedir algunas.
No sé cuál es la mejor manera de incidir en el mundo actual, pero ha de haber alguna manera de, cuando menos, no sentirse excesivamente frustrado.
Siempre he opinado que es preferible fracasar a ser frustrado.
Y mi querido Chema me agradeció la perorata con unas palabras cariñosas y laudatorias:
Ole, ole, ole: me he quedado sin palabras. No podría haberlo explicado mejor. A veces, Giusseppe, me sorprendes con tu elocuencia (no sólo en poesía) En fin que tienes mi voto si quieres presentarte como candidato a guiarnos. Me quito el sombrero ante tus afirmaciones.
Pero no he podido por menos que responderle lo que siento al respecto de mi participación en política, que casi entra en contradicción con mi propia perorata de unos párrafos arriba, diciéndole que no, que no me presentaría como candidato-guía porque me da mucho miedo ensuciarme las manos y tengo exceso de coherencia: un par de cosas que me convierten en demasiado radical para ser un buen político. Lamentablemente, sería buen dictador, pero no me gusta ni pensarlo.
Ha sido una charla amistosa, respetuosa y con pocas faltas de ortografía. Me gustaría que hubiese muchas otras así, incluso muchas en las que yo no llevase la voz cantante. Pero, por favor, si no somos capaces de cuidar las formas, jamás podremos cuidar el contenido.