¿Quién se encarga de las compras de higiene?

axe-parael

Ya que no viene una mujer del futuro a decirle a las mujeres del presente que tendrán que seguir haciéndoles la compra a sus «maridos», lo ponen clarito clarito en una construcción gramatical claramente (redundancia) tendenciosa: ANARCHY FOR HIM (PARA ÉL). (De lo de anarchy, mejor ni hablar)

¿Por qué no se utiliza otra forma del pronombre personal?

Para mí.
Para ti.
Para él/ella.
Para nosotros.
Para vosotros.
Para ellos.

Para mí: si se piensa que el comprador va a ser un hombre que va a usar aquello que se compra, como si fuese un ser independiente, maduro, capaz de cubrir sus propias necesidades higiénicas sin apoyo de ninguna fémina. Si se piensa que el comprador es un hombre que va a regalárselo a su pareja (sexual o no), eventualmente también masculina, podría incluirse un para él que significase algo muy distinto. También tendría aquí cierto sentido el para ti. Incluso si se pensase en aproximar la oferta al comprador, con un para ti, que le diga que alguien, al otro lado del mostrador, le está tuteando.

Hay un sugerente para ella, que implicaría cierto gusto que se le satisface (en una relación heterosexual), siempre suponiendo que fuese él quien, dotado como está de piernas y cerebro, se acercase a la droguería de turno a adquirir su propio artículo de aseo.

Para nosotros o vosotros… sería algo curioso, pero también interesante, que connotaría cierta fraternidad entre los hombres o usuarios de este tipo de desodorantes.

Para ellos: volvemos a un para él muy ridículo, muy machista, salvo interpretaciones atípicas y minoritarias que no vendrían a cuento, tales como recomendar el uso a aquellos compañeros de trabajo que, todos ellos, necesitan algo de higiene y no han sido capaces de encontrar una hembra que les asee.

Que la marca AXE es célebre por su machismo publicitario es notorio, pero lo que me resulta bochornoso es que estas ofertas se sigan dejando caer en los armarios de cualquiera sin que se haga el más mínimo comentario al respecto.

Este mensaje, por muy extendido que esté el hábito de repartición de roles asociándolos a sexo o género, me parece mucho más preocupante que la «corrección» de géneros gramaticales forzándolos por encima de la lógica. Y es fácil reivindicar (desde las autoridades competentes o desde el consumo particular) la no adquisición de productos con mensajes explícitamente sexistas, o la exigencia de su supresión o regulación, siempre que, supongamos, esta sociedad defienda valores de igualdad de género que sean irrenunciables para considerarse avanzada. Lo que es mucho suponer, por otro lado.

Crisis cosmética

¿Alguien se puede tomar en serio esta noticia en El País, sobre la crisis en Grecia, contextualizada de esta manera: Crisis rodeada de promociones de productos cosméticos elitistas, junto a publicidad de servicios financieros en entidades internacionales?

Yo no.

crisis cosmetica

Para colmo, el detalle del «última hora», con muertes de niños por inanición pasando desapercibido frente a la más de 4 veces mencionada marca.

Bebo Coca-Cola

Sí, señoras y señores, sí, un performer, coherente en la mayoría de los casos con una forma de vida de obsesiva conciencia social y política, sí, un tipo así, como yo, bebe coca-cola.

El otro día, en una reunión informal con una amiga, me afeó este hecho, al pedir en una terracita de un restaurante libanés afincado en la calle Miguel Servet, esquina con Mesón de Paredes, bajo el ventanal en el que pasé mis primeros años de infancia, me dijo que debería pedir otra cosa, que si no me había enterado de lo que estaba haciendo la empresa en cuestión, etc, etc…

Y le contesté que sí, que sí me había enterado, pero que me gustaba la coca-cola, además de otra crítica que hice, esta vez no a ella, pero sí a la estrategia que está siguiendo para, presuntamente, reducir el consumo (penalizando) de tal empresa. Como ya comenté en otra ocasión, hablar tanto de Coca-Cola, lo único que, verdaderamente hace es darle más visibilidad. Le sugerí que, si ella deseaba que se bebiese menos ese producto dejase de hablar de él y hablase de otros.

Y aquí llego a mi pequeña reflexión de hoy: quizá ha llegado el momento de hablar en positivo, con propuestas y no con des-propuestas. En lugar de «No bebas esto o aquello», «No votes esto o aquello», «No hagas con tu dinero esto o aquello», quiero oír propuestas en positivo: «Te podría gustar beber esto o aquello», «Podría cambiar algo votar a esto o a aquello», «Si tienes dinero, podrías hacer esto o aquello».

Me recordó a cuando quería practicar inglés y pensé que no encontraría ningún chico con el que pudiera tener una conversación ni medianamente interesante y pensaba en poner un anuncio tipo «Busco chica con la que practicar inglés», pero claro, esto generaba un problema de posible mala interpretación de las intenciones. Carmen, en su pragmática sabiduría, me aconsejó: «¿Por qué no pones un anuncio diciendo que deseas practicar inglés y que tus intereses son el arte, la danza, la poesía y que no te interesan los deportes?»

Fue genial, porque no ponía las cosas en términos negativos o excluyentes sino en términos de lo que deseaba, directamente. En realidad, excluía también un montón de posibles «chicas» que tampoco me habrían resultado muy interesantes. Finalmente no puse el anuncio (no encuentro huecos «convenientes» en mi calendario), pero la propuesta en caso de que lo llegue a poner sigue siendo la suya.

En el caso de algo que comento muchas veces, sobre el uso de sistemas como FaceBook o Windows o similares, voy cambiando el discurso a estrategias más positivas: no es que windows sea malo, es que hay otros sistemas operativos, por ejemplo Linux, que pueden ser mucho mejores, gratuitos, libres de virus, libres de software pirata y sus exigencias económicas…

No obstante, el resto de la conversación también estuvo plagado de lugares comunes que no siento que aporten nada a un debate que, a estas alturas, ya ni parece tal: solidaridad, desafección a la corrupción, compromiso, irrepresentabilidad, participación, reparto de riqueza, injustificación de deudas (que, no obstante, se adquieren mediante compromisos), desmantelamiento del estado del bienestar (si asumir sus costes y, por supuesto, sin plantear alternativas), en resumen, un discurso que no puede ganar adeptos formulado de esta manera. Es preciso plantearse las estrategias que se están empleando, no solo los fines, que no acaban de estar tampoco bien trazados.

Está bien: sabemos qué no nos gusta, pero ¿qué queremos? ¿cómo podemos lograrlo?

Sí, supongo que tengo que ir a conocer un poco más los movimientos asamblearios. Seguro que hay pequeñas cosas que están haciendo (en positivo) que contribuyen a mejorar el planeta. No hacerlo es algo irresponsable, mucho más que beberme una bebida refrescante un viernes por la tarde.

Gran Vía Láctea

Parece que han hecho el trabajo por mí y han encontrado una publicidad que, de alguna manera, resulta ser bastante más poética de lo que podría suponerse en un primer vistazo.

Lamento que no hayan aprovechado la oportunidad para asociarlo con una imagen de una galaxia, de nuestra galaxia… Así que presento unas fotos de la nueva publicidad en la estación de Gran Vía, de productos Lácteos. Se constituyen en una especie de ready-made… que no necesitan aditamentos ni modificaciones alguna.

gran vía láctea

gran vía láctea

gran vía láctea

De la Serie Publicidad en Cubierta

Publicidad sin encubrimiento

anti coca-cola

Desde hace días vengo viendo en las redes sociales campañas contra la famosa empresa de este mejunge negro ignoto.

Y por más que todos aducen razones contra el consumo de la misma, yo no puedo parar de recordar al padre de la publicidad: Tomás de Aquino y su celebérrima sentencia: «Que hablen de mí, aunque sea mal«. (No sé si verdaderamente esta frase fue suya ni en qué contexto se empleó)

¿No se tratará de una campaña de publicidad encubierta? Al fin y al cabo, detrás de cada logo rojo y blanco como el que he puesto en esta entrada, encuentra tu cabeza una referencia al producto que, en algún momento, tu subconsciente (si no lo tienes muy bien educado) va a usar para solicitar la malhadada bebida.

Puede que parezca demasiado paranoico con esta observación, pero es que no me sorprendería ni lo más mínimo de aquella empresita capaz de dar origen a la necesidad de regular la publicidad subliminal.

Recibo todos estos mensajes de desaprovación de la compañía fabricante del brebaje pero no acabo de creer que el objetivo se vaya a lograr de esta manera, sino más bien el contrario: reforzar la empresa en cuestión.

Recuerdo, cariñosamente, la acción mucho más contundente y menos visualmente impactante, menos simple, en resumidas cuentas, de mi querido Jaime Vallaure, que realizó un trabajo en el que iba imprimiendo cada cierto tiempo postales con el texto: «N días en La Tierra sin tomar Coca-Cola». Expuso, al parecer, en el 2001 un resultado de este proyecto en CoMa, titulándolo: “24 meses en la tierra sin tomar una gota de coca-cola”.

Copiándole (sin saberlo) llevo años sin entrar en El Corte Inglés. Ya ni siquiera hablo mal de ese centro comercial. Tan solo no entro. ¿Y si lo hacemos así? Poco a poco, pero contundente, radicalmente.

Esto no es una broma