El arte de vestirse tras una ruptura

No dejan de sorprenderme los temas que ampara la prensa antaño herramienta seria de contrapoder. El otro día leí este artículo sobre el sujetador de Katie Holmes, aunque no sé por qué fui capaz de leerlo hasta el final salvo el «cariño» que le tengo a su personaje en aquella lejana en el tiempo serie de Dawson Crece que era amable y tierna (amén de moralista y proselitista cristiana). Para mí Katie Holmes siempre será «Joey Potter». Ni siquiera le tengo en cuenta su matrimonio con Tom Cruise y las exigencias demenciales que le hizo firmar el cienciólogo.

Pero lo que me parece bochornoso de ese artículo es que en ningún momento (y no esperaba otra cosa, pero quería encontrar una sorpresa) no menciona de qué manera se viste un hombre tras una ruptura. Tan sólo las mujeres recurren a su vestuario para «recuperarse» o recuperar vaya usted a saber qué.

Luego escucho de cuando en cuando que ya está bien de reclamaciones feministas, que hay igualdad, etc, etc… pero este artículo prueba completamente lo contrario. Aunque sea algo «voluntario» eso de vestirse. Lo que no es igualitario es darle importancia a cómo lo encara una mujer y, de algún modo, enardecer esa manera de hacerlo, luciéndose cual florero más o menos aparente.

Para colmo, las opiniones en los comentarios tan solo entraban a valorar si se había o no gastado demasiado en lo que a ella le había dado la gana comprarse.

Simple y llanamente… puagggg….

Iron Fist dicen que es una serie «feminazi»

Estaba a punto de dejar de ver la segunda temporada de esta serie de un superhéroe blanquito, heterosexual, rico… pero no por ello, sino porque me parecía extremadamente machista, pues hasta el tercer capítulo de la segunda temporada no cumple casi ni remotamente con el mínimo baremo que toda producción debería tener por decencia, el famoso Test de Bechdel:

  • Aparecen al menos dos personajes femeninos.
  • Estos personajes se hablan una a la otra en algún momento.
  • Esta conversación trata de algo distinto a un hombre (no limitado a relaciones románticas, por ejemplo dos hermanas hablando de su padre no supera el test).

No es mucho. Es tan mínima la exigencia que resulta sorprendente que no se cumpla casi incluso sin querer… pero así es y hay listados para salir de dudas.

Pero me fui a buscar críticas de esta serie intentando que otras personas coincidieran conmigo y me encuentro que las preocupaciones principales son que es un personaje aburrido y poco expresivo (que lo es) o que es rico y, tan solo alguna vez, que es demasiado blanco… (la serie, quiero decir).

Y para remate, la siguiente crítica que me he traído porque no tiene desperdicio:

Otro superhéroe que se han cargado las feminazis

La serie empieza más o menos bien, nada que ver con el cómic, pero está entretenida, ya se ven tintes feminazis, como que una tía tirillas bajita sin poderes meta de ostias a tíos cachas que le sacan varias cabezas, pero bueno, lo pasas por alto porque siempre hay fantasmadas en las series de lucha. Luego ya ponen a la supervillana una mujer, bueno, porque no. Pero ya la segunda temporada empiezan a meter bazofias de categoría, meten brujas, esto ya huele a embrujadas, y le mete una paliza a Iron Fist, el mayor experto de artes marciales que existe, una mujer que sufrió malos tratos de un hombre y que juró que nunca le volvería a pasar, si ya meten la violencia machista hasta en la sopa, han convertido la serie en una mierda feminazi más.

En la segunda temporada meten a una tía que es una enferma mental, Typhoid Mary (Mary Walker), con doble personalidad a pelear con iron fist y le da una paliza cuando no han podido con él bandas criminales enteras y los mayores artistas marciales, patético y absurdo, iron fist es el mayor experto en artes marciales.

Más allá de que no sé cómo se puede seguir usando la palabra «feminazi» así, sin rubor, y que cada vez se usa con más normalidad… la forma en que este usuario habla de las mujeres es decididamente machista «una tía esto, una tía aquello…» y le llama la atención que una mujer «bajita y sin poderes» amenace a unos «cachas», en una serie en la que la suspensión de la realidad la haces desde el principio porque en caso contrario no tendría sentido absolutamente nada.

Por momentos pareciera olvidar que se trata de una ficción (de mucha y grande ficción de Marvel), así que no es nada raro que alguien sea superado por otro alguien sin razón alguna… o casi. Habla de ese Iron F como si fuese, de verdad, un experto en artes marciales y no un personaje absolutamente ficticio.

Pero eso sí, si le hubiese mencionado que hasta el tercer capítulo de la temporada no hay ninguna mujer que hable con otra mujer… ¿le habría parecido un feminazi? ¿o no puedo serlo por ser hombre?

Después de leer críticas como estas me queda una sensación extraña de solidaridad con el feminismo más radical (aunque para mí todo feminismo debe ser radical, pues no hay búsqueda de la felicidad a medias, ni búsqueda de libertad a medias). Y digo extraña porque estratégicamente hay herramientas que se están usando que no me convencen, aunque el fin último deseado me parezca el mismo.

Es complicado hacer series de «superhéroes» que no sean machistas, proveniendo de donde provienen, pero no imposible y si poco a poco va cambiando la manera de entender el entretenimiento audiovisual hacia producciones menos heteropatriarcales que busquen un público más abierto, más progresista, tanto masculino como femenino, se pueden lograr maravillas y haberlas «haylas».

Me he aburrido poco

Lamento haberme aburrido tan poco
que mi creatividad ha sido sedada
por riadas de entretenimiento
adormecedoras.

Unas vacaciones son para distraerse
pero ¿de qué?

Distraerse de la locura cotidiana
cuando la locura se ha instalado en lo cotidiano
por decisión propia
es absurdo
o lo que podríamos denominar
loco.

Distraerse
es un simulacro de sustraerse
como un hurto menor de lo mayor que se posee

y que no se posee.

Hasta me di de alta en un servicio de distracción adicional
buscando nuevas formas de evasión
olvidando que la evasión y la confusión van de la mano.

Me he aburrido poco
y debería estar feliz por ello
pero el aburrimiento no es antónimo de felicidad
aunque pueda engañar a la infelicidad
con orlas de terciopelo acaramelado
mientras llega la muerte.

Engaño
falacia
ilusión
que se frustra con el paso del tiempo
o una mirada profunda
por un instante
al silencio.

Y entonces…

Cabecera de Mc-Mafia

No es una gran serie, esta producción de la BBC titulada McMafia sobre la mafia rusa y la interconexión con las mafias internacionales y diversos gobiernos, pero es entretenida y la cabecera de la misma es una verdadera pieza maestra de cómo una presentación dice todo lo necesario y engrandece el producto.

La competencia de Netflix y HBO tiene completamente eclipsada a la «humilde» emisora de vídeo streaming vinculada a Amazon, la curiosa PrimeTV, de la que ya he escrito en alguna ocasión.

Veremos por cuánto tiempo youtube permite que comparta este contenido (sin el más mínimo interés comercial por mi parte):

[youtube_sc url=https://youtu.be/bdgYPJgR8MI]

Fractales de Ozark

Si no se hubiesen «descubierto» los fractales, esos espacios de dimensiones fraccionarias que tanto me fascinan, este lago sería un buen momento para pensar que algo estamos haciendo mal a la hora de medir distancias.

A lo largo de la serie que me ha hecho descubrir este pedacito de tierra estadounidense, que toma el nombre del mencionado ensanchamiento del río Arkansas. Vista su primera temporada de 10 capítulos en la plataforma Netflix, que la ha producido, la trama transcurre en torno a un blanqueador de dinero que se ve perseguido y aliado al mismo tiempo por un cartel de la droga. Con similitudes indudables con la inmejorable Breaking Bad, va tomando su propios derroteros asentándose él y su familia en el paradisíaco y al mismo tiempo inquietante entorno paisajístico del lago que da nombre a la serie.

Costa de Gran Bretaña

Rednecks y traficantes mejicanos, una familia WASP, excombatientes de una de tantas guerras, pastores evangelistas milagreros, son solo algunos de los elementos sociales que combinados, en una especie de conflicto interclasístico, interracial, intercultural e incluso intergeneracional, cohabitan el espacio de la pantalla y de las líneas argumentales que tienen de único protagonista (quizá lo peor de la serie) a ese padre de familia que se ha visto obligado a ser más duro de lo que en principio es.

Olvidando el entretenimiento audiovisual, la localización es ese lago del que suelen decir que tiene más metros de costa que toda California y es ahí donde no pude por menos que mirar el mapa (Google Maps) y darme cuenta de que la longitud era una mala manera de mensurar «la costa», como ya antes que yo hiciera B. B. Mandelbrot.

Por un puñado de series

Ha sido toda una sorpresa la oferta de entretenimiento que ofrece la plataforma de Amazon Prime Vídeo o, para simplificar, Prime TV.

Fue por mera casualidad que contratamos el servicio, pues íbamos haciendo muchos pedidos a Amazon, los más caros de los cuales han sido para amueblar y equipar el estudio de Costanilla en el que ahora tengo los talleres y que pienso rentabilizar mucho más (he de hacerlo) a partir de este nuevo curso. Para mejorar las ofertas disponibles en el mercado online, así como para agilizar trámites de envíos, cobros, etc, merecía la pena abonar los 19,90 euros anuales que cuesta pasar a tener una cuenta «Prime» / Premium.

Sin saberlo, como «daño» colateral, estábamos también contratando el servicio de Vídeo por Streaming y bajo demanda vinculado al gigante de las ventas internáuticas. Aunque mis espectativas eran poco menos que misérrimas teniendo en cuenta el pago tan reducido comparado con las ofertas similares del sector, como Netflix o HBO que rondan, de mínimo, los 10 euros cada mes (más de seis veces el precio de Prime TV).

Este verano, accidentado de una rodilla, he consumido más de lo habitual este tipo de productos (olvidémonos de denominarlo arte, pues no dejan de ser consumibles de mejor o peor factura, pero hechos para entretener y sin mayor pretensión ni objetivo que el de permitir ratos de asueto y anestesia cerebral) y lo he hecho principalmente en mi teléfono móvil conectado a las omnipresentes redes wifi y utilizando la aplicación (app) de Amazon Prime Vídeo.

Sorprendido, he disfrutado de unas cuantas series que recomiendo para empezar en este universo Amazing…

American Gods

Delirio audiovisual que no deja indiferente más allá de si su narrativa es rocambolesca. Una trama que parece un versionado muy libre de la más descabellada teogonía griega o hindú, mezclando mitología cristiana dándose todos los permisos para ser incorrecta hasta la saciedad.

Sexo, sangre a raudales, acción reposada y tirando a lenta, personajes perdidos en una historia loca, pero una verdadera joya visual. Reminiscencias de lo mejor de Spartacus pero con más cuidado por los detalles. Parece estar hecha para que cada fotograma sea digno de ser la portada de un disco de rock.

Hand of God

Protagonizada por Ron Perlman, quien lleva en televisión y cine desde 1979 y a quien no puedo olvidar en su inmejorable caracterización de Clay Morrow en Sons of Anarchy, es otra de esas series que deja con ganas de ver más capítulos, a pesar también de una marcada obsesión con la cristiandad, los fanatismos y los tejemanejes de las iglesias en el libre mercado.

Influencias de la inigualable Breaking Bad en la evolución de un personaje que parte de una maldad organizada y política para acabar siendo una especie de locura traumática que consigue que te apiades de su alma a pesar de los pesares.

Narrativamente sencilla, Hand of God usa bien sus cartas para que llegues a dudar de la posibilidad de lo imposible, para que aceptes el juego de la fe ciega y caigas en las garras de las explicaciones fáciles.

Hipnótica y de factura intachable. Corrupción, religión, crimen, infidelidad, sexo, fragilidad, locura, denuncia del racismo y machismo instituido, parece tenerlo todo. Y todo lo hace bien.

Patriot

Serie irreverente más seria de lo que parece y menos seria de lo que parece. Bajo un título que espanta proviniendo de una serie made in USA, se esconde una pieza que mezcla la ironía con una trama de espionaje más o menos bien llevada.

Otra pequeña grata sorpresa de este canal (PrimeTV) que parece apostar por series bastante indies (algunas de las cuales lo son en demasía, como las de la pedante/hipster creadora de las pretenciosas postmodernas Transparent y I Love Dick, Jill Soloway, a pesar de debérsele en parte la serie de culto A dos metros bajo tierra) que no tienen cabida en las alternativas más conocidas «emisoras» de streaming.

The Man in the High Castle

La impecable puesta en escena de la escalofriante novela de ficción histórica de Philip K. Dick merece un visionado y es merecidamente una de las más famosas series de la plataforma.

No obstante, la trama no avanza a un ritmo razonable estancándose en unas migajas de misterio que no acaba de desvelar ni de explotar como si se tratase de una novela de 1200 páginas, en lugar de una serie de televisión.

Aun así, la realización, el vestuario, la ambientación son tan buenas que perderse esta serie es una pena. Fantásticos los personajes femeninos y el del ministro japonés.

Goliath

Injustamente desconocida, la última serie protagonizada por Billy Bob Thornton no deja de ser un drama bastante manido de denuncia de pequeños contra grandes al más puro estilo Erin Brockovich, y como esta es un tanto maniquea y condescendiente, pero también se apoya y se levanta formidable sobre el talento interpretativo del actor protagonista.

8 capítulos que saben a poco y que prometen una segunda temporada mejor aún.

Flesh and Bone

La hermana oscura de aquella serie ochentera titulada Fama o una producción realizada para los fans de Cisne Negro, dicen de ella, pero la verdad es que esto es tan sólo debido a que el «fondo de pantalla», el lugar en el que ocurren los acontecimientos circunvala la danza clásica y su mundo plagado de tópicos sobre el sacrificio, el dolor, el autoritarismo…

Más allá de personajes poco desarrollados y tramas o lineas argumentales que no han sido continuadas, esta serie abortada en una minúscula temporada de 8 capítulos tiene bellísimos momentos y la originalidad (o no tanta) de situarse en ese contexto dancístico.

La verdad es que lamento que no haya dado más de sí y se hubiesen creado historias del mismo peso para otros personajes de la serie, una temporada por cada bailarina por lo menos. La serie tenía posibilidades, pero se desplomó enfocándose en un drama oscuro de superación y de familia más allá de lo disfuncional dándole más protagonismo del que merecían a un hermano exmilitar y un vagabundo inverosímil a costa de restarle foco a la pieza de danza y el mercado de la misma.

Hombres que miran a las mujeres con respeto

Por fin una serie en la que encuentro hombres con los que sentirme identificado sin sentir vergüenza ajena. Es una serie de entretenimiento, sin enormes pretensiones culturetas, divertida, de «fantasía»/»ciencia ficción», del canal SyFy, sobre demonios, vengadores con superpoderes, etc…

Además de guapos (eso no podía ser de otra manera en una serie que no pretende dejar de lado el mainstream), hábiles, inteligentes y, sobretodo, respetuosos con las mujeres.

Los dos protagonistas (e incluso el villano antagonista) tienen un trato de la mujer que dista de ser condescendiente, que las consideran iguales, sus iguales, sin ser ni sus príncipes azules ni sus amos y señores. El atractivo Agente Dolls (Shamier Anderson), acaba siendo amigo de la interesante protagonista, Wynonna Earp (Melanie Scrofano), con quien tan sólo cruza un beso en el último capítulo de la primera temporada y, casi diríamos que por accidente.

En todo momento se refiere a ella como Earp (no por el nombre de pila), como si de un igual se tratase. De nuevo, sólo en una ocasión el guion le hace llamarla Wynonna para distinguirla de la otra hermana Earp. Y lo recalca, casi haciéndonos saber que si no fuese por eso, seguiría mereciendo el respeto de su compañera de trabajo y no la familiaridad con la que se suele tratar a toda mujer en una relación cinematográfica.

El guapísimo Doc Holliday (Tim Rozon) acaba enamorado de ella (antes que ella de él, de nuevo un rasgo infrecuente) pero respetando en todo momento su absoluta libertad de elección, incluso en ese beso que encuentra con su «competencia» Dolls, sin repartirse a la mujer cual botín de guerra.

El tópico (casi) de lesbiana policía Nicole Haught (Katherine Barrell), quizá, acabará siendo (espero) lo que menos aporte a este alegato a favor de unas nuevas relaciones interpersonales, alejadas de heteropatriarcados hegemónicos omnipresentes.

De esta serie se recalca en los artículos que encuentro sobre ella el feminismo en las relaciones intermujeriles, satisfaciendo sin problemas el celebre Test de Bechdel, los roles que estas ocupan y las acciones que llevan a cabo, pero yo no dejaría de lado, porque me parece uno de los más importantes avances post-Bechdel (esa mínima exigencia), los roles masculinos, la nueva masculinidad que puede ser, como en esta, viril, masculina, incluso testosterónica, pero no por ello machista ni propia de opresor de tres al cuarto.

¡Ya era hora!

Supongo que no es casual que su guionista sea mujer (Emily Andras). El siguiente paso, será que pudiera haber sido un hombre quien realice estas miradas progresistas. ¿Para cuándo?

Ella le besa a él. Sí, se puede hacer así.

Expanse

El fin de semana aproveché para ver una serie de ciencia ficción algo malilla, pero que tenía entre sus curiosas propuestas una novedosa forma de hablar (un extraño idioma-fusión, al estilo de aquel que hablaba el inspector en Blade Runner), así como la idea de un sistema solar cuasi completamente habitado después de doscientos años de expansión terráquea.

Políticamente y sin entrar en detalles, el planeta Tierra estaba gobernado por las Naciones Unidas, mientras Marte lo estaba por una república militarista de la que se conoce poco. Supongo que se conocería más en la novela en la que se basaba la serie. En frente a ambas potencias, estaban los «cinturonianos» que habitaban los asteroides mayores, así como bases artificiales en esa órbita, quienes tenían sentimientos nacionalistas incluso cimentados en su diferente complexión muscular y ósea que les habría generado el vivir en un ambiente de mucha menor gravedad.

Interesante, aunque poco probable e inverosímil esa adaptación en tan solo unas cuantas generaciones… sin embargo qué poco había cambiado el futuro en otras muchas cosas:

El vestuario parece sacado de alguna revista de moda de este último lustro, los dispositivos de comunicación son poco más o menos como teléfonos táctiles del año próximo, se habla de una red de ordenadores… y así en lo demás.

Y me pregunté por qué era tan difícil concebir algo mucho más futurista, que puede adecuarse a lo que esté por venir, y claro, entre otras cosas, hay una dificultad intrínseca que es la de que no son sólo cosas más modernas, sino ideas más modernas. Tenerlas ahora implicaría que dejarían de ser futuras, provocando una especie de paradoja insalvable.

Supongamos que se me ocurre que los teléfonos móviles (dispositivos de comunicación) estén integrados en la red neuronal del cerebro, entonces hay muchas otras cosas que habrían tenido que cambiar para llegar a tener esa tecnología, incluso desde el punto de vista fisiológico.

Una línea de futuro que verdaderamente revolucionará nuestra forma de vida será la manipulación genética, que dará lugar a transformaciones en la longevidad como nunca antes hayan sido posibles, pero la sociedad derivada de ese cambio también será completamente distinta. No sólo viviremos más tiempo, sino que tendremos que ser capaces de saber cómo vivir ese tiempo «extra», individual y socialmente.

Me gustaría, por momentos, dedicar un tiempo a pensar ¿cómo sería XXXXXXX en el futuro?, por ejemplo, la ropa, la comunicación tecnológica, las formas de gobierno, el consumo energético, la medicina, la arquitectura, la poesía, las matemáticas…

Sorprendido por un par de planos de Penny Dreadful

Que la calidad fílmica de las producciones seriales es cada día mejor es algo que ya nadie pone en duda, independientemente de si se consideran o no un producto destinado al consumo y, quizá con ello, al aletargamiento de las conciencias, salvo contadas críticas excepciones, como The Wire (alguna otra de David Simon) o las suaves intrasistema del inteligente Aaron Sorkin.

Para muestra, bastaría casi cualquier pequeño retal de la serie Penny Dreadful (cuyo contenido y ritmo narrativo me aburre someramente) que tiene una estética tan cuidada como detallista. En un alarde de espectacularidad sencilla, paradójicamente, elijo este plano tan tópico como bien realizado, de un tren desplazándose por una vía claramente sexual, recorriendo el surco en una alusión fálica evidente, que culmina en una vaporada que nubla la vista.

O eso, o estoy un tanto salido.

Las transiciones entre planos son tan buenas como pocas veces he visto. Tan sólo por esto merecería la pena ver esta serie.

[youtube_sc url=https://youtu.be/ShW9KBSrZME]

Un fragmento de la serie Community

Hay series de humor disparatado como esta que, lejos de ser una sitcom convencional, acabarían siendo una serie de culto si su humor no fuese tan absurdamente disparatado.

La trama de los capítulos es absolutamente prescindible y lo único importante acaba siendo la creatividad llevada a experimentaciones propias de atrevidos cortometrajistas. De ahí su interesante formato de 20 minutos.

Es muy de agradecer la ausencia de «risitas» enlatadas tras los presuntos gags de la misma que, por otro lado, no se suceden como «chistes» sino que son la esencia misma de la serie: prácticamente toda ella es un continuo gag con varias caras.

Un ejemplo es este epílogo de un capítulo de la sexta temporada que propone un avance imaginario de una supuesta versión lusa de Los Gremlins, revisitando los tópicos hasta hacerla absolutamente absurda e inverosímil.

Esto no es una broma