El anillo del poder es italiano

Este fin de semana viene una amiga querida de Hamburgo, pero que es italiana. Mi muy querida amiga Aída es nuestro enlace y su pareja es italiana. Estoy rodeado, mientras miro frente a mi ventana una bandera que ya no ondea tricolor (verde, blanca y roja).

Quizá por ello encuentro banderas italianas donde podría, perfectamente, encontrar banderas iraníes o mexicanas, entre otras posibles que ahora mismo no recuerdo.

Sobre una banqueta junto al sofá de nuestra casa, estos tres alambres estaban enlazados de esta guisa y no pude evitar ver a Garibaldi campar a sus anchas por mi memoria.

Auriculares inalámbricos en todo lugar y en todo momento

En casa estamos (principalmente yo) con los auriculares puestos casi en todo momento, ya sea viendo algún programa de alguna plataforma de streaming, o viendo algún vídeo-tutorial de alguna herramienta tecnológica por conocer, o de divulgación científica o de historia, o incluso recetas de cocina.

Es una forma de no molestar en la convivencia a la pareja, pero extensivo a no incordiar al vecindario con alguna película de más o menos acción y ruidos extremos (que hace mucho que no veo).

Así que adquirí hace casi 2 años un soporte para colocar debajo de las mesas o debajo de alguna estantería y lo uso para sujetar ordenadamente los auriculares que están en el área del estudio de casa, donde tenemos Carmen y yo los ordenadores con los que hemos estado trabajando online este periodo confinado reciente.

Pero en el salón, al lado del sofá, quería tener un soporte semejante, pero hacérmelo yo, pues no es mucho más que un par de tablitas de contrachapado o madera fina, como es el caso, pintados con spray negro, unidos por un taco de madera de un par de centímetros. Todo ello encolado y con cinta de doble cara adherida a la estantería bajo la que se asienta.

Fue muy sencillito hacerlo y da cierto placer poder hacerse cosas como si fuese capaz de organizar mi propio autoconsumo.

Es de una ingenuidad desmedida creer que es así, pues hube de adquirir la cinta de doble cara, la cola blanca, el spray negro… y los auriculares. 😉

Otra de esas cositas de mi postureo ecologista.

¿Qué se imaginan que hace un artista de arte conceptual?

Encuentro esta página buscando información sobre las posibilidades de Krita, una herramienta de edición de imágenes de código abierto, muy vinculada al escritorio KDE de Linux y que, quizá por ello, pues es un escritorio que siempre me ha recordado demasiado a Windows, por su peso para conseguir unos efectos que, en buena medida, me son innecesarios, quizá por que yo soy más afín a los escritorios derivados de GNU directamente, como GNOME o, posteriormente, desde mi asco hacia UNITY, linux mint con cinnamon, he sido más usuario de GIMP, pero que es una herramienta que no acaba de despegar, entre otras cosas, por su falta de soporte para gráficos vectoriales (SVG) y, sobre todo, por la imposibilidad de manejar imágenes aptas para impresión en color CMYK.

Esto último me ha hecho buscar alternativas (dentro de lo enormemente alternativo que es el universo linux, ya per sé) a Inkscape, que es la aplicación que más me gusta para diseñar cubiertas de libros o carteles o lo que sea, pero que adolece de soporte para CMYK, lo que me parece imperdonable.

En resumidas cuentas, me fui a explorar las posibilidades de Krita y me encuentro que satisface ambos requisitos (Vectorial y CMYK) pero tiene poca documentación actualizada en español. (Siempre hay alguna deficiencia…)

Lo divertido fue encontrar esta descripción:

Diseñada para artistas de arte conceptual

que me ha hecho preguntarme ¿qué se imaginan que hace un artista de arte conceptual?

Quizá sería más útil decir que cualquier herramienta de mind-mapping es mucho más adecuada para este tipo de artistas, pero eso tan difícil de explicar como hacer entender que una obra pueda ser una idea y no su realización tridimensional.

Así que me río y sigo mi camino.

Facebook y 10 años después…

En enero de 2012 escribí el siguiente texto cuando cerraron Megaupload sin más causa que la de que albergaba contenido pirata, sin tener en cuenta que personas como, por ejemplo, yo, lo usaba sin albergar nada que fuese piratería, sino creaciones propias o de dominio público.

¿Estaré ahora fichado por haberme atrevido a entrar (intentar entrar) en una web criminal? ¿Tengo tratos con el demonio y no lo sabía? ¿Qué habrá pasado con la copia que tenía albergada de los documentos de Wikileaks? Estamos cerca de ver el final de una era. Se avecina mucha, mucha censura.

Pero esta semana, 10 años después de aquella publicación, Facebook, ese «garante de la libertad de expresión», ese «inocente lugar donde publicar confidencias», ese «defensor del derecho a la intimidad», me recuerda que en enero de 2012 publiqué una foto (una imagen en realidad que no es una fotografía, sino una captura de pantalla) y me dice que si quiero compartirla…

La ironía de este acto inconsciente no se me escapa, así que la comparto con la siguiente parrafada que, en enero de 2032, facebook me recordará que publiqué en esta semana… Refritos…

Facebook no es un ser humano. Lo sabemos. Es una aplicación que gestiona la información casi sin darse cuenta de lo que hace (con directrices, claro y claras, pero inconsciente) así que me recuerda que ya anticipábamos hace 10 años que su censura era sibilina.

Nada nuevo bajo el sol. Nada inesperado.

Pero me hace tanta gracia que para FB cualquier imagen sea «una foto», «un recuerdo» que no puedo sino acordarme de esos androides (nexus) que guardaban como oro en paño su puñado de polaroids por el que estaban dispuestos a matar o morir.

¿Existirá FB en 2032?

Sé poco

El problema está en los grises.
No en el fondo gris de este dilema
sino en el gris de las respuestas:

Entre estoy informado y no sé un carajo
vivo mi eterno sé un poquito
y aún así tiendo a informarme
y hablo
para ver si así tiendo a informarme
pero la mayoría de las veces
no acabo de entender
(ni siquiera carajo)
y algunas veces sigo en mi empeño
de ir a informarme
y muchas veces sigo en mi empeño
de hablar
para ver si así logro informarme
pues parte de ese hablar
es preguntar
para informarme
mientras me callo
para escuchar
de cuando en cuando.

Mientras tanto
mi problema sigue en los infinitos
tonos de gris
de mis escasos conocimientos.

2022

Hasta el año 2200 no vuelve a haber un año compuesto únicamente con doses y ceros. Al menos en este arbitrario calendario.

He realizado un pequeño script que escribe los años que vamos a pasar en sequía de una condición tan arbitraria como cualquier otra:

#!/bin/bash

for ((i=2022; i<=2200; i+=2)); do
echo $(printf "%03d " "$i")
done

y el resultado, después de sustituir los finales de línea por barras, para unirlos en una sola línea es:

2022/ 2024/ 2026/ 2028/ 2030/ 2032/ 2034/ 2036/ 2038/ 2040/ 2042/ 2044/ 2046/ 2048/ 2050/ 2052/ 2054/ 2056/ 2058/ 2060/ 2062/ 2064/ 2066/ 2068/ 2070/ 2072/ 2074/ 2076/ 2078/ 2080/ 2082/ 2084/ 2086/ 2088/ 2090/ 2092/ 2094/ 2096/ 2098/ 2100/ 2102/ 2104/ 2106/ 2108/ 2110/ 2112/ 2114/ 2116/ 2118/ 2120/ 2122/ 2124/ 2126/ 2128/ 2130/ 2132/ 2134/ 2136/ 2138/ 2140/ 2142/ 2144/ 2146/ 2148/ 2150/ 2152/ 2154/ 2156/ 2158/ 2160/ 2162/ 2164/ 2166/ 2168/ 2170/ 2172/ 2174/ 2176/ 2178/ 2180/ 2182/ 2184/ 2186/ 2188/ 2190/ 2192/ 2194/ 2196/ 2198/ 2200/

Como puede verse, me ahorré los impares, pues obviamente no están formados únicamente por dígitos ceros y doses. Era por ahorrar… 😉

Esto no es una broma