Fotos que me hacen recordarte

Feliz familia

Bebecito en sidecarA veces me acuerdo de ti,
si, de ti, que estás leyendo esto.

De Jens, de Pablo, de Ginzo en general 😉
como cuando paseando por Estocolmo
me encuentro una familia moderna
modelo
mod
en general
que van con su niño en bicicletas
que acarrean un remolque divertido
y ecológico
pero sin ecologismos
sin ismos
en general.

A veces
muchas
me acuerdo de ti
sí, de ti que estás leyendo esto.

Y me siento mejor.

Paseando, un bonito medio de transporte

bonito paseo a casaHemos venido caminando desde la consulta del dentista hasta nuestra casa. Han sido unos 6 kilómetros.
Hemos tardado aproximadamente una hora y cuarto.
Hemos movido el corazón, las piernas y el resto del cuerpo, bajo la energía solar de este fabuloso octubre madrileño.

Podíamos haber venido en autobús, en metro o, incluso, en Taxi. Pero venir andando tiene un sinfín de ventajas frente a esas opciones para distancias aceptables (6 kilómetros) por la ciudad. Además de permitirte un rato de charla con alguien a quien amas (en nuestro caso, íbamos Carmen y yo), es saludable, tonificante, por si no fuese suficiente que además es gratis.

Te permite admirar la ciudad con cierta calma, porque la calma se lleva dentro, o no se lleva.

Hemos vuelto más contentos y, sobre todo, sabiendo que la prisa es una mentira… que no nos acabamos de creer.

Bajo la lluvia habría sido diferente. Seguro.
Otro día habría sido diferente. Seguro.
Con otra persona habría sido diferente. Seguro.
Otro día, con otras actividades pendientes, habría sido, seguro, diferente.

Hoy ha sido un formidable paseo matutino que me recuerda por qué no le veía ningún sentido a seguir yendo al gimnasio.

El principio de máxima multiplicidad de Hund y el llenado de los asientos del Metro

Que los electrones son verdes y llevan minifalda, como decía mi amigo y compañero (por no decir camarada) Alberto Luna Fernández, es algo más que dudoso, pero divertido de imaginar.

Imagine usted que por un momento le convirtieran en electrón.

Imagine, por imaginar, que hubiera de meterse dentro de un átomo, que, por imaginar, podríamos visualizar como un vagón de metro.

Imagine, seguimos, que cada orbital fuese una pareja de asientos (vamos a suponer que los asientos están dispuestos de 2 en 2, lo cual no siempre es así. Podríamos haber imaginado un autobús, pero he visto algunos con filas de 1 asiento + 2 asientos. No sirven tampoco para imaginar la restricción de no más de 2 personas por pareja de asientos).

Imagine, que entra en el autobús y que la primera fila tiene una persona sentada en cada par de asientos. No una persona en cada asiento. ¿No le sorprende? Uno podría pensar que la gente no desea estar cerca, que se separan lo más posible por evitar el contagio, o algo parecido. Pero no, parece ser que la mecánica cuántica tiene un símil para explicarlo: El principio de la máxima multiplicidad de Hund.

Cuando varios electrones están descritos por orbitales degenerados (es decir, con el mismo nivel energético, no me entienda mal), la mayor estabilidad energética del total es aquella en donde los espines electrónicos están desapareados (correlación de espines).

¿Y cuál es el espín de una persona?

Pues mire usted, por seguir imaginando que usted era un electrón, podría imaginar su espín como la necesidad que tiene de moverse al encender su móvil, al manejar su tablet, al leer un libro, al recogerse el pelo, al colocarse la ropa, siempre sobrante en esos ambientes artificiales de los supuestos orbitales…

Así que a usted no le gusta tener a alguien cerca porque «se choca». Si no puede evitarlo, lo hará, pero sólo si no puede evitarlo. En principio, usted buscará primero un orbital, es decir, un par de asientos, que esté desocupado, para sentar sus posaderas, para moverse a gusto. Y no solo usted lo hará por su propio bienestar, sino también la otra persona, la que esté semiocupando ese orbital lo agradecerá.

En resumen: ambas personas, si no todas las del autobús o el vagón del metro, serán mucho más felices (en realidad simplemente estarán más cómodas) si se sientan ocupando, semiocupando, el máximo de pares de asientos, lo que les facilita la movilidad, lo que les reduce los conflictos, generando una configuración óptima desde el punto de vista energético, incluso cuando haya requerido un pequeño esfuerzo, generalmente pequeño, el desplazamiento a filas posteriores para buscar un orbital vacío completamente.

A veces el salto que hay que hacer es demasiado grande (poca gente va a cambiar de vagón para buscar un par de asientos libres, conformándose con compartir un par con otra persona). No es que no puedan darse estos saltos, pero requerirían de una excitación provocada por algún tipo de estímulo.

Sobre el efecto fotoeléctrico y la salida de los viajeros de los autobuses lo dejaré para otra entrada, pero no será hoy. Que por ello le dieron el Nobel a Einstein y no es para tomarlo a broma.

Hay ocasiones, podríamos decir, en las que se vulnera el principio de exclusión de Pauli, y, de hecho, suele resultar molesto, incluso, verlo.

Dos electrones en un átomo no pueden tener al mismo tiempo los mismos números cuánticos.

Por ejemplo, imagine, usted electrón, que ha llegado a un vagón bastante ocupado y se ha sentado en el último hueco libre, al lado de otra persona-electrón, que está intentando moverse para otro lado, para no molestarle y para que usted, a su vez, no le perturbe con su espín.

Enfrente, tiene sentada a una mujer mayor que comparte el par de asientos con una pareja (sí, ha oído bien), una pareja, que están casi amalgamados sobre un único asiento, sentados ocupando un único asiento, sí, como si sus movimientos no alteraran a nadie, pero no es así: la pobre mujer mayor no sabe cómo moverse, está harta de tener a una pareja vulnerando el principio de exclusión de Pauli impunemente, como si no fuesen con ellos las leyes de la mecánica cuántica.

Todos nos compadecemos de la pobre mujer mayor (si hubiese sido un emigrante rumano, otro gallo cantaría) aunque nadie está dispuesto a ceder su confortable ubicación orbitalícea para la expansión de la pareja infractora de leyes mecanocuánticas.

¿Cómo es posible? Pues porque intenta, la pareja, reducir su par de espines a uno solo, es algo así como si esos electrones quisiesen convertirse en unidades menores, porque las hay y a los quarks les remito (que son de igual tamaño que usted, pero juguetean con sus espines en inverosímiles combinaciones que a muchos pueden parecer inapropiadas).

Quarks

Me dejo por explorar lo que significa un asiento ocupado por una madre (suele ser del género femenino, ese tipo de electrones, así que la previsión de mi amigo Luna no es tan desacertada) y su retoño, pues aún no he logrado imaginar a dos electrones copulando, procreando, pariendo, un electroncillo menor, un subelectrón que tenga que aprender a desarrollarse en esa jungla de fuerzas electromagnéticas, débiles, fuertes, que le tendrán su vida entera ocupado. Cuando lo logre, lo haré saber.

(Dedicado con todo mi cariño a Jose Luis Sanz Vicario, Alberto Luna Fernández y a Xabier López Pestaña, sin quienes mis años de carrera no hubieran sido, jamás, lo mismo)

un euro

ayer en el metro
había un tipo tocando
en un instrumento interesante
híbrido de xilofón y guitarra
de percusión sobre cuerdas
y lo hacía bien
sin la atorrante necesidad de acompañarlo
con un molesto percutor amplificado

ya le había visto y oído
en otra ocasión
hace algunos días
y recuerdo que me dolía el pie
como ayer
y que no le di nada de dinero
así que
cuando caminó entre la gente
pidiendo unas monedas
busqué en mi monedero (de ahí el nombre)
y encontré que no tenía otra cosa
que unas cuantas monedas
todas de un euro
y le hice entender que no podía desprenderme de ninguna
(habría querido tener 50 céntimos o incluso
estuve tentado de pedirle cambio
y me asomé a su cajita recaudadora
y pude ver mucho color dorado
síntoma de que nadie
o casi nadie
le había dado una moneda de un euro)

noté algo en su mirada
pero no supe qué era
hasta que se fue del vagón
y me miró malhumorado
y me preguntó
(suponiendo que él sabía la respuesta)
¿tanto es una monedita?

yo contesté con una voz algo avergonzada
un mísero sí
apenas audible
aunque supuse que no quería saber la respuesta
y me quedé pensando
en lo que hago con un euro

ese mismo día
no había comprado caramelos para quitarme el mal aliento
antes de mi clase con mi alumna preferida
porque costaban cerca de un euro

cada vez que compro un kilo de arroz
pienso que con menos de un euro
tengo para comer un tiempo

cada día
cuando entro en el DIA
para buscar productos baratos
sé que no encontraré los que más me gustan
y quizá ahorro menos de un euro
al día
seguro que ahorro menos de un euro al día
y estoy dando de comer a una franquicia
que se enriquece
a costa de explotar trabajadores

elijo calcetines
que compro una vez al año
por un euro de diferencia cada seis pares

y me permito un lujo
de un café semanal
en una cafetería (El Parnasillo)
en la que cuesta 2,20 €
haciendo tiempo entre una clase particular y mis talleres de poesía
pero ponen galletitas que le puedo regalar a Carmen
y está tan cerca de El Manantial
que controlo bien el tiempo de acercamiento

hace tiempo me hice el propósito
de no hablar de la economía de guerra
que me obliga a llevar la vida que he elegido
porque lo he elegido
y no tuve tiempo (ni ganas)
de explicarle a ese músico
ambulante
que un euro es mucho más dinero
del que me permito para libros
al mes
y los necesito

así que la respuesta era sí:
es mucho una monedita
para mí

y para él también
por cierto
teniendo en cuenta
que monedita a monedita
supongo
tendrá para comer

pero no lo pensó
y no creo que lo pensara
pero qué importa

(¿pero quién vive?)

De mi maestro: Jose Eugenio Vicente Torres

Mi querido amigo y maestro, en su día de Teatro, después de vida, de quien aprendí tanto como para afirmar que le debo más de lo que podré pagarle nunca, ha escrito este texto que no puedo resistirme a publicar.

Maravillosamente redactado, este texto, como otros que me llegan últimamente, reflejan un sentir común, un malestar que lleva y conduce a depresiones, a insurrecciones, a desalientos, a las armas… contra uno mismo o, en breve, contra otros. Algo se cuece y las burbujas son solo una expresión de que la ebullición cambiará el estado físico de la materia.

Metro de Madrid y la solución final

A principios de año, Metro de Madrid lanzó una campaña publicitaria en la que nos mostraba, que por un importe muy bajo del precio del billete, teníamos acceso a uno de los mejores metros del mundo. Tan atrevida fue la campaña que incluso se comparaba con los precios de otras ciudades del extranjero. El resultado fue lamentable, ya que algunos usuarios a golpe de rotulador marcaron los sueldos mínimos de cada una de las ciudades que aparecían en los carteles, desnudando una verdad algo vergonzosa.

Poco después, la estación de estaciones, la que aparece con un recuadro en los mapas y en negrita, dejo de llamarse por su nombre para rebautizarse a golpe de talonario con el nombre de un teléfono móvil. Los politicastros de turno alabaron la iniciativa por los ingresos extras que ello motivaba a la compañía y en beneficio de sus usuarios. Mi pensamiento se dirigió a los hijos de estos personajes ¿Cuántos de ellos disfrutarían de las excelencias de aquel teléfono regalado por sus papás? ¿Cuántas cenas y cuánto dinero se desviaría a bolsillos sedientos de sobresueldos?

En la actualidad, la forma de pago del billete sencillo ha cambiado, encareciéndose según las estaciones que recorras, se han cerrado accesos de entrada y se han reducido tanto el horario como el número de trenes. No me es grato y creo que a nadie le hace ninguna gracia ir apelotonado con desconocidos, al tiempo que vemos en las pantallas de dichos vagones, un metro idílico, medio vacío, con asientos libres a elegir.

Salir con tus hijos a un andén abarrotado de gente, en el que unos niños pequeños se pierden en la espesura humana. Esto me hace pensar que esta pandilla se ha inculcado bien la idea de los nazis, del máximo rendimiento al menor coste posible ¿Qué más da que vayan unos encima de otros? También pienso en el presidente del gobierno y en su alabada “Gran masa silenciosa” Ahí la tiene, todas las mañanas y todas las tardes. Me gustaría que se presentase un día en uno de los vagones a rebozarse entre nosotros, para que sienta de verdad a la masa que tanto admira. Algún día la maldita oposición llegará a gobernar y no realizará ningún cambio “En este país lo que está, está” Se culpa al anterior gobierno y aquí no pasa nada. En estas, un grupo de chavales dice “Basta” y cometen el gran descaro de colarse. En seguida son tachados de terroristas, nada más y nada menos y el metro se viste del azul de la policía que golpea al que protesta. Los medios de comunicación satanizan a estos jóvenes para que las fuerzas de seguridad nos libren de tan mala influencia, y Madrid sigue siendo la capital de la España de la resignación. Aunque se haya ido Aguirre seguimos sin esperanza.

Un texto de hace años que encontré en la arqueología de la preparación de mis talleres de este año o curso escolar…

Texto de un ejercicio de uno de mis talleres de escritura.

En el 147, desde Glorieta de Bilbao a Barrio del Pilar
Madrid, 22 de septiembre de 2010
Viajamos: Giusseppe Domínguez, Sara Valverde y Jorge Cabello

Después de tanto plan, me encuentro con que en realidad la realidad hace o no realidad mis planes. De nada ha servido pensar en el 21 y todo lo que podía ver desde él. Al final, el 147. Me gusta más este número aunque ¡qué curioso! Ambos son múltiplos de 3. Hoy viajamos 3 en 1 autobús, en 1 múltiplo de 3. Si dividimos el 147 tocamos a 49 -> ¡Un cuadrado perfecto!
¡Qué maravilla! Las matemáticas me rodean y hacen de mi mente un efervescente zumo gris.
Ha oscurecido casi sin pensar. Mientras, otra mujer no tan mayor, toma al asalto el asiento dejado por su antecesora. Su antecesora temblaba al salir.
Pasamos bajo los cristales donde di clases a Luis, el niño rico que espero que no me requiera más.
Se ha cerrado la noche en Martínez Campos como un látigo dejando de latir y se funden soltando una r y un go.
Estamos entre sandalias y abrigos, bufandas con minifalda y un velo musulmán (en realidad, siempre en realidad) era un pañuelo azul como la tinta de este bic con el que cubrirse el pelo.
Son las 20 horas y 30 minutos. Noche negra en Castelar.
Me gustan los amarillos y verdes y azules parchís de este bus moderno que habla con voz fraccionada como gritos sordos.
Sara en primera fila, Jorge al final. Yo en mitad del autobús oyendo los pitidos de los vehículos, los crujidos de la arquitectura rodante que nos traslada y las voces… siempre las voces que me recuerdan que la humanidad se esfuerza por comunicarse.
Hay fuentes en la ciudad con llanto en crisis. Palabra mítica que convoca debates.
Cuento 5 personas hablando con móviles y siempre imagino que hablan entre ellos sin saberlo, sin haberse visto nunca. Son como las voces del ordenador central de la EMT.
Voy teniendo menos espacio desde que entramos en la Castellana (que no es un anís).
Cada cierto tiempo salgo a la calle y encuentro bellezas en cada mirada, en cada sonrisa hallo empatías y la gente (yo soy gente) sonríe poco. Hay que sonreír más. No vivir más, vivir mejor; no ganas más, gastar mejor.
Mis pensamientos dispersos son presentidos por la mujer de ojos inquietos que se está bajando del autobús.
Cuzco tiene paradas con mujeres peruanas. Suben y bajan en la arteria S N.
¿Cómo pueden, tantos ojos, no encontrarse?
Veo la Plaza Castilla y no puedo evitar recordar a mis padres.
¡Qué bellos los semáforos en esta fiesta de colores y luz! Madrid tiene una luz que no deja de rosprenderme. Hace años que no veía la parte exterior del intercambiador.
El reloj analógico de este anciano me ha regalado información.
Sara se volvió preocupada por si el chico con muletas no tenía asiento. No sé si es él o su amigo quien tiene un olor a sudor insoportable, casi petroquímico.
Este es el A, pero el otro el B1. ¡Joder! Próxima parada, Moforte de Lemos.
El perro de luz verde de CajaMadrid flota en el lienzo negro de la noche.
Estreno en Disney Channel. Cam Rock 2.
Y otro analógico de otro anciano me dice que son las 9 menos diez. (que no son las menos uno, claro, claro)
Ha desaparecido la ciudad!! Sólo los coches y algunos árboles miran nuestro viaje. ¡Estamos cerca de Finisterre! Las paradas tienen unos nombres tan sugerentes que pienso en lo bellas que son las palabras y unos ojos azul claro tras unos cristales ligeros dicen estar tristes o cansados. Quizá solo cansados.
Nuestro viaje está siendo bien largo pero tan intenso e interesante como suele serlo todo viaje cuando se tienen los ojos abiertos y siempre hay que recordar que los ojos están en el cerebro y no en la cara.
Bajamos en la próxima parada: Bañeza con Ponferrada. Les rescato de su estado absorto. Bajamos.

No hay límites al mercado

No sé si al mercado o al mercadeo.

Hoy leo en El País que se va a comenzar a poner nombres de marcas comerciales a diferentes lugares públicos, como puede ser la parada de metro de Sol, que ya ha sido vendida (el nombre) a una empresa de tecnología y pienso que no hay límites.

Todo se compra y se vende, parece ser. Y, hasta aquí, incluso, soy capaz de verlo con ojos no sangrantes… lo que verdaderamente me hace hervir la sangre es qué cosas son las que sí se venden y qué cosas son intocables. Ahí es dónde radica la diferencia.

Cuando vea que se pone el nombre de una marca, digamos que de consoladores, a un confesionario, cuando vea que la corona real lleva el logo de microsoft, cuando el amarillo de la bandera lleve un anuncio de viajes a Japón, es más, incluso, se inserte la bandera de otra nación dentro de la nuestra para promocionar el turismo internacional, cuando vea que los toreros llevan banderillas de una conocida marca de refrescos… entonces, y solo entonces, me parecerá bien.

Sin embargo, se habla de habilitar espacio público para publicidad en los colegios (carne de cañón del consumismo), en los medios de transporte públicos, en los teatros, en los cines… en lugares considerados propios de la cultura, como cuando se deja el Teatro de la Ópera para un concierto de Bisbal, entonces lo que siento es que no se hace casualmente. Sólo aquellas cosas que «no importan» son susceptibles de ser vendidas como espacio en oferta.

Y esto me hace hervir la sangre, porque lo justificamos diciendo que no hay dinero… pero sigue habiéndolo para armamento, que podría, bien, llevar la publicidad de una empresa farmacéutica, por ejemplo, de supositorios en las balas, de compresas en las alas, de hospitales en las panzas de los tanques… sigue habiéndolo para actos políticos varios, más o menos institucionales, con una utilización casi goebbeliana del poder… cuando me gustaría que un discurso del presidente de la nación se haga desde el palco de una empresa de telecomunicaciones, por la ironía de la composición de esa palabra (nos comunican desde tan lejos…)

De nuevo, es momento de plantearse la reflexión de ¿hasta dónde vamos a dejar que la sociedad tenga como fuerza motora la rentabilidad económica? ¿tiene límite el poder del dinero? ¿debe tenerlo? ¿cuál es la alternativa?

Si todo se compra y se vende… ¿qué sentido tiene la democracia? ¿por qué no autorizar la compraventa de votos? ¿para cuándo permitir papeletas electorales con logos de empresas?

En realidad, votamos más bien un conjunto de empresas frente a otras, así que tiene sentido esta pregunta capciosa más allá del aparente disparate. ¿Por qué no votar a BBVA o BSCH, en lugar de a PP o PSOE? Quizá, así las cosas estarían más claras.

No desplazarse por la ciudad si no es para ir a algún centro comercial o comercio. No ir a la escuela si no es para aprender a consumir lo adecuado. No acudir al médico si no es para adquirir el correspondiente fármaco (las farmacias ya lo hacen así). No mirar el cielo si no es para encontrar un restaurante anunciándose. No pasear por las calles si no es para ver carteles de inmobiliarias. No beber agua sin saber que hay alternativas más edulcoradas.

Ha llegado el momento. Necesitamos definir límites. La crisis (esta interesante o interesada crisis) está haciendo estragos con nuestros valores hasta despedazarlos. Y Dios ha muerto hace lo suficiente como para que exista el superhombre… mientras tanto, seguimos siendo mezquinos consumidores de expectativas frustradas.

Unas fotos en el metro


Ayer disfruté de un rato de espera en el metro.

Al principio enfadado porque había perdido uno nada más llegar al andén
pero luego aprendí a disfrutarlo, en este caso,
fotografiando pequeños detalles
con mi teléfono móvil
mi viejo teléfono móvil
que sigue haciendo unas fotos dignas
de ser conservadas en este lugar o en algún otro
aunque no sean de gran resolución
ni pueden ser impresas con alta calidad
pero pueden ser una maravilla
si la mirada abre las puertas a la imaginación
y esta sí que no entiende de resoluciones
ni píxeles
ni profundidad
porque no tiene límites.

Ayer disfruté de un regalo
de tiempo
en el que no podía hacer otra cosa
que mirar
mirar
mirar
..
..
..

Contexto

Estaba en el metro volviendo de dar una clase en Aluche cuando me encuentro con un niño jugando con un avioncito de estos que son como maquetas de los reales y pienso en lo importante del contexto.

Ver una imagen como esta sin saber que es una compañía que ha quebrado es muy distinto a ver una imagen como esta sabiendo que ha quebrado. La imagen no cambia, lo que cambia es el contexto. Es una obviedad, pero a veces lo olvidamos y no sacamos el suficiente juego a estas posibilidades que nos brinda la situación.

Podemos jugar a imaginar composiciones objetuales con piezas que, en particular, resulten llamativas por el contexto en el que las utilicemos, ya sea algo como un avión de una compañía que ha quebrado o, por el contrario, imaginar contextos en los que las imágenes cotidianas que manejamos serían chocantes: por ejemplo, un bolígrafo azul bic… con el que se había matado a un hombre. ¿Seguiremos viendo tan solo el bolígrafo? ¿No veremos lo aludido por contexto?

Insisto en que son obviedades, son herramientas semióticas básicas en todo hacedor de poemas visuales, pero ¿por qué no extendemos este juego a otros ámbitos no poéticos aparentemente? Sería como crear una suprarrealidad (el surrealismo tiene aquí su aparición) mucho más interesante que la última temporada de Fringe.

Voy a jugar un rato…

Fotos del viaje a Santander

Algunas fotos tienen la magia del momento, del impresionante impresionismo, del rápido movimiento de la cámara, la de mi móvil, que fue capaz de retratar el verde intenso de las montañas cántabras mientras me acercaba al Taller que iba a impartir en Santander este fin de semana pasado. La monocromía del blanco nieve-blanco cielo-blanco…

Ha sido inolvidable. Un enorme ENORME placer.

Hoy estoy cansado y la entrada en este diario será tan solo esta galería de imágenes un tanto imprecisas, que, sin embargo, a mí me hicieron una impresión notable.

Recomiendo viajar en Autobús. El sentimiento de viaje y la proximidad del lugar es mayor que, por ejemplo, en tren y, desde luego, mucho más cálido que el funcional avión.

¡Una maravilla!

Esto no es una broma