apenas visible
tras el cristal
las botellas
son diferentes
semillenas
de esperanzas
y fluidos
translúcidos
fluidos lúdicos
difractando radiaciones
no son una metáfora
de nuestro amor
Diario
apenas visible
tras el cristal
las botellas
son diferentes
semillenas
de esperanzas
y fluidos
translúcidos
fluidos lúdicos
difractando radiaciones
no son una metáfora
de nuestro amor
Vale, es verdad que los malos de esta película reciente son los imperialismos occidentales de los siglos XIX y XX, pero… y es un gran pero:
¿Qué es ese Egipto del que se habla cuando se dice que las reliquias fueron robadas a «Egipto»?
El Egipto del que fueron robadas no es el Egipto de hoy en día: un estado independiente y más o menos «de derecho», sino que era una propiedad del ya debilitado Imperio Otomano, así que se podría pensar que las reliquias fueron robadas a «Turquía», pero es que poco o nada tiene que ver Turquía (actual) con el Imperio Turco del S XIX.
Es un tema complejo que se suele tratar en reuniones de amiguetes en un bar y se dan soluciones tan simplonas que espantan, hasta llegar a decirse que toda propiedad es un robo, siempre y cuando convenga afirmar tal cosa y no como lo haría el anarquista a quien esa frase le resultaría muy diferente.
¿Qué es la propiedad? o una investigación acerca del principio del derecho y del gobierno (en el original francés: Qu’est-ce que la propriété? ou Recherche sur le principe du Droit et du Gouvernment) es el título de un libro del anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon editado en el año 1840.
Es en este libro donde aparece la cita más célebre de Proudhon, «La propiedad es el robo», y otras menos conocidas, como «La propiedad es imposible».
desorden exterior
de mi
desorden interior
desoyendo
desoladas señales
desde el fondo de mi economía
desastrada como yo mismo
después de un periodo de calma
decembrina
descalabro de ruinas no reflexionadas
desacierto vital
delgada línea entre la frustración y el fracaso
deseado indeseado
desacelerando una elección que ha conducido mis elecciones hasta hoy
desmemoria de ayeres.
Hace unos años (ya años) el grupo de los talleres de poesía de la Asociación Cultural Clave 53 propuso, en una tarde más o menos alocada de poesía y delirio, la iniciativa de lanzar un concurso de poesía que desafiara la manera en la que suelen funcionar estos concursos. Nos lanzamos a gestar lo que sería el I Certamen de Poesía Potencialmente Inexplicable que consistiría en premiar el sinsentido o la inversión de miradas:
¿Qué tal enviar un poema a un concurso cuyas bases no conoces?
¿Qué tal enviar bases a un concurso cuyo ganador ya conoces?
Pues con estas preguntas, aparentemente absurdas, seguimos dándole vueltas hasta llegar a la conclusión de que el premio «en metálico» bien podía ser un bloque de metal, pues al fin y al cabo somos gente de literalidad poética… y Alejandro Gallego (que trabaja en ello) se ofreció a aportar sus premios «en metálico».
Pero se esmeró en demasía y ha creado estas dos joyas que bien podrían ser premios de un «concurso de verdad» para premiar a quienes serán elegidos como ganadores esta misma tarde martes 24 de enero de 2023.
Yo realicé la página web y detallé las bases del mismo, así como un horroroso cartel para convocar a la participación en el mismo. Quizá este cartel ha sido el responsable de la escasa convocatoria. La participación ha resultado ser tan escasa que estamos planteándonos realizar un II Certamen de Poesía Potencialmente Inexplicable que incluya una categoría «Premio Desierto», que responde a la pregunta de ¿Enviarías un poema a un concurso sabiendo seguro que el ganador va a quedar «desierto»?
Pero eso será el año que viene.
De algo me vanaglorio es de acabar realizando lo que parece que no tiene ningún sentido realizar, lo que la mayoría de las personas acabarían diciendo ¡Qué locura! y pasando al siguiente tema de conversación sin darle mayor dedicación. Eso hace que parte de mi vida gire en torno a la reivindicación del absurdo como motor de acción. Es, como decía, una vana gloria.
Como otro año más, he decidido participar con una mínima intervención en la IV Convocatoria Internacional de Arte Postal organizada por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Móstoles y coordinada por el artista, editor experimental y amigo Pepe Murciego de la Revista La Más Bella. Se expondrá en el Centro Cultural Villa DE Móstoles, que lleva este año por título «DEJANDO HUELLA» y adjuntan una imagen que invitaban a tomar a modo de inspiración o como motivo de modificación/intervención.
Tras casi un mes pensándolo, lo que sí me apetecía era tomar la propia invitación (el soporte físico de la misma) como mi propia participación, en un acto de respuesta utilizando el mínimo material digital posible.
Sólo he trabajado con sprays de distintos colores para «no tocar» en la medida de lo posible, el objeto intervenido (algo así como evitar dejar mi huella).
Así, la cara en la que estaban los detalles de la convocatoria me han servido para rescatar el destinatario y escribir el remitente tapando todo lo demás con spray blanco.
Por el lado contrario, la imagen de la huella, ha sido intervenida con spray dorado (he utilizado un canutillo de un rollo de papel higiénico que he rociado en abundancia con spray para dejar que luego esa masa de color tenga volumen y dé lugar a una forma que se vea afectada al derramarse por los surcos de la huella).
En alusión (no muy velada) a mi admiración por la obra de Ives Klein, he añadido dos «ataques» de spray Azul de Prusia (no es IKB, pero se asemeja) que se mezclan con la masa dorada interpenetrándose desordenadamente (orgiástica o dionisíacamente).
Quizá porque estoy haciendo un taller sobre Poesía Clasica China y acabo de hablar de la idea de huella como base para «generar» sus ideogramas, he decidido escribir con un pincel que extraía pintura de la masa principal de spray dorado aún no seco el texto, algo obvio, que rodea la huella.
Por supuesto, irá sellada con un sello propio y sin nada más que añadir.
Anteayer, en una clase, lo pensé pero no lo dije para no refrenar el impulso del grupo en debates o acotaciones infructuosas:
La originalidad es como el amor:
se encuentra
cuando no se busca.
Descarté otra versión en mi cabeza que decía:
La originalidad es como el amor:
se encuentra
si no se busca.
Pues no es verdad que se encuentra «si no se busca», pero sí que, si se encuentra, lo más probable es que no haya sido buscada.
Aun así, las frases tan «rimbombantes» como esta siempre me parecen simplistas, aunque sean efectistas. Luego hay gente que las recuerda de por vida como grandes perlas de pensamiento, cuando no son sino pequeños destellos de un iceberg a lo lejos.
Hay un ejercicio sencillo para los talleres de poesía consistente en una especie de «Cadáver eXquisito» pero viendo el resultado, es decir, no ignorando lo que han escrito otras personas previamente. Se parte de tres palabras cualesquiera y se van «respondiendo» o completando hasta formar un texto de la longitud que se desee.
Dos ejemplos realizados el martes por uno de los grupos serían:
Soles de marfil
como tus dientes
blancos blancos blancos
dientes como dientes
sea somo sea
asa ¿cómo asa?
o como despensa
sin elefantes muertos.
No hay título
ni se espera.
¿Para qué titiular?
Todo tiene sentido.
Lo siento tanto
cuando se fue
un año ciego.
El lunes comencé un proyecto algo disparatado (¿acaso no lo son todos los que hago?) que se titula «Hacer dinero».
Consiste en recortar billetes poéticos con las dimensiones de los billetes de euro (5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500) de las páginas de una de las enciclopedias que más tiempo en mi vida me ha acompañado y que, finalmente, no tiene más validez (desde el punto de vista utilitario) que la de convertirse en polvo, como yo algún día.
Es curioso que esté comenzando este proyecto (o no tan curioso, después de todo) en un periodo en el que estoy especialmente preocupado por mis finanzas.
Y hablando de finanzas, fue muy muy divertido atender a una de tantas llamadas no deseadas que preguntan por el Señor Giusseppe para ofrecerle, con una cálida voz de acento extranjero, la posibilidad de adquirir criptomonedas en el mercado financiero internacional.
No pude substraerme a la posibilidad de contarle que, justo cuando me estaba llamando, estaba midiendo la caja de texto de las páginas del diccionario donde voy a proceder a recortar mis propios billetes, que me parecen tan verdaderos como los que actualmente están en curso y sostenidos por reservas internacionales. Sí, más o menos sé en qué consiste «el dinero» y no tengo un problema con ello. Pero ¿y si todo eso que damos por incuestionable fuese cuestionable? ¿Naciones, Estados, Economía, Finanzas, Dinero, Capital, Mercado, Reservas, Patrón-Oro, Patrón-Dolar…?
Se lo comenté en serio, intentando que no se lo tomase como una burla, ni como una ridiculización de un trabajo que está haciendo que sé lo tedioso que es y lo desesperante que puede llegar a ser. Pero supongo que tiene el protocolo esperable de no perder tiempo con quien, obviamente, no va a contratar productos financieros como criptomonedas en el mercado internacional.
Otro dilema interesante que está planteándome este proyecto es el de optimizar la cantidad de papel de la caja del libro para producir la menor cantidad de papel no utilizable (aunque puedo hacer marcapáginas, posiblemente). Es un problema topológico y de optimización matemáticamente resoluble, pero no quiero afrontarlo sólo desde la perspectiva del cálculo, sino desde la optimización, también, de los cortes a realizar y algunas otras cuestiones que irán surgiendo a medida que me ponga a ello y que ahora mismo, aunque me niegue a creerlo, no puedo prever.
En 2023 quiero convertirme en un banco de dinero poético.
¿Qué es el dinero poético?
Esta cuestión la debatiré otro día.
Me duele la bota.
Me duele el pecho.
Me duele la pierna.
Me duele el cerebro.
Me duele la cabeza.
Me duele el miedo.
Me duele la uña.
Me duele el dedo.
Me duele la tripa.
Me duele el tiempo.
El dolor me engaña
con fantasmagorías
de porcelana.
Mi cama tiene una ventana
directa al corazón de las nubes
que hoy eran albas.
Presagio de invierno
lienzo Malevich.
Yo leía una novela
ambientada en el desierto Saladito
pleno de sal y de muerte.
Entre la página 95
y la página 103
más de un centenar de aves
cuya tipología no sé determinar
desplegaron su síncrono
peregrinar
como motivos móviles
enmarcados
en la infinidad del vuelo.
Asumo que sean estorninos
por el pasaje de Los Cantos de Maldoror
y su relación fantástica
con la geometría.
Tras unos segundos
desaparecieron
sin cometer un salto de eje
por el lado opuesto
al que habían entrado
en mi visión.
(
Soy el centro del mundo.
Soy el cetro del mundo.
)
¿Dónde habrán ido a morir?