Quiero partir en 2 lo indivisible

arañar el infinito con pétalos de dolor
batir el plumaje del miedo
quiero huir de mi sombra con la negrura de la muerte
y no dejar
ni un momento
de escribir.
Soplar la vida en sus dientes de basalto
apalabrar la misoginia con lavabos de mortecina palidez
quebrando las astillas de plástico del bolígrafo
que es libre
escribiendo
soñando con alcanzar la inmortalidad
porque sabe que es posible
está en la meta absurda del placer
en la hombría que se endurece
horadando el sexo impenetrable
hasta romper en 2 lo indivisible.

Presentación

fui a hacer una presentación
con transparencias
en el portátil
y el tipo que se llamaba pedro
fumaba puros.
el sol entraba a mi espalda
en el recinto ferial
lleno de industrias
y yo recordaba que mi padre
nunca fumó puros y
había trabajado allí.
me molestaba la luz y tuve que agacharme
para que el tipo que fumaba puros y se llamaba pedro
pudiese bajar las venecianas
mientras yo encendía mi portátil
bajo sus pies y
temblaba
porque el chisme biométrico
no iba a funcionar
porque sudaban mis manos
porque temblaba.
mientras el tipo encendía otro puro
yo soplaba la yema de mi dedo como si no lo estuviese haciendo
y pensaba
¿qué coño hago yo aquí?.
justo antes de que
se pudiese verificar mi huella
pedro el de los puros seguía hablando sin parar
con mis compañeros
comerciales
y pensé si mi padre alguna vez había pensado en qué coño hacía él ahí a lo largo de sus años de trabajo.
todo fue como tenía que ir
pero muy rápido.
no tuve tiempo para pensar
en mi padre ni en mis dudas ni en el humo.
salí de allí con la voz grave de la seguridad en on
batiendo verdades
esgrimiendo argumentos
y había olvidado
a mi padre
mis dudas
y los puros de aquel tipo.

la realidad y el deseo

bajo de casa sin saber
qué hacer,
camino entre mujeres que se venden,
son cuerpos de alquiler,
madres de la inexistencia
que, cuando giro a la izquierda,
olvido.

quedan atrás,
en la misma calle en la que vivo
en el centro del universo,
en el vacío de un sueño
cayendo en la noche
mientras me acerco al paraíso
como tantos días
y veo
carteles prometedores de evasión,
me detengo en el detalle de las horas,
recojo el pasaporte
al haz multicolor.

entro en la sala para recordar
todo lo que soy capaz de olvidar,
verter lágrimas
hacia la pielpantalla de delirio ajado
y me pierdo,
me pierdo en fotogramas incansables,
en el ruido
de un proyector en la sombra
detrás de las cortinas,
en búnkeres de irreflexión
donde me atrinchero
para no desgastarme,
no dejarme afligir por el cruz blanca,
mostazas inauditas,
bombas de ceguera sin dueño y sin destino.

parapetado en hileras de confort
dejo pasar
el tiempo de los asesinos.

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Vagidos de la noche

Nuestros nudillos se golpearon
volviendo de la derrota;
aún había sangre,
pequeños hilillos de coágulos superficiales
fibrosos, enredados.

Mis manos cansadas lloraban muerte
vacío de palabras infinito:
perfil aguileño,
novedades
como dos nudillos que chocan en la noche
y aún los cristales rotos me queman los ojos,
imágenes de pánico ordenado,
silencios de terror luciendo gris
franela ensangrentada con humo de cadáveres.

Más allá del impensable olvido sólo quedan
vagidos en la noche.

a la izquierda

sube al metro,
viste un jersey de lana gris
con cuello alto.
se abraza a sí misma
protegida con un libro contra el pecho.
por dos puertas más allá,
yo 2 puertas más acá
en el mismo vagón.
sé que está sentada
o no.
aprovecho
cuando se bajan todos
para acercarme
pero no la encuentro
y me quedo enganchado con mi libro bajo los ojos
en un trasero de piel vaquera
melena rubia teñida
algo de emoción
que espía en el cristal de la puerta
como en un espejo
para ver si la miro
su culo de piel vaquera bajo mi libro.
me toca el turno:
el carmen.
en la última ojeada
descubro
que estaba sentada y yo no la había visto,
con el libro contra su pecho
abrazándose el jersey de lana gris
con el cuello frotando sus mejillas
sonrosadas cerezas japonesas
pelito rubio cayendo en su costado
párpados cerrados de rocío.
se abren las puertas.
durante un segundo seguí un pantalón sin escribir ningún poema
mientras la lluvia había cesado
y rechazaba otra vez ese periódico
de cada mañana.
seguí una melena rubia
teñida y algo rizada
como mis pensamientos
y el deseo de encontrarme con ella
en la asfixiante y vergonzosa
soledad del ascensor.
se fue a la izquierda.

Esto no es una broma