No bajes para nada
al pozo donde unos ojos verdes tienen la piel contracturada
músculo de abdomen que agota
el llanto se ve caer entre la niebla
despacio,
gotea llanto sobre el ojo
verde. el ojo vacila y gime
gime verde oliva y llora
recuerda cuando pequeño
estaba tan solo
que esperaba ser violado por la muerte.
¿Cuándo?
Antes me daba cuenta
de que escribía
para los demás.
Ahora me doy cuenta
de que escribo
mucho para mí mismo.
¿Cuando escribiré
para que la poesía
sea feliz conmigo?
he matado una mosca
una maldita mosca
que no hacía más que moverse a mi alrededor
y no dejar que me concentre
en el próximo libro.
Madrigales de la pensión
que es negro y los dedos me duelen
me duelen de no escribir,
de dolor por mezquindad,
cobardía,
dejar hablar a seres que deben morir
aunque jamás me atreveré a matarlos.
sólo maté una mosca
y no supe cómo
quitarme la sangre de los dedos.
Los cuervos besan mi boca
entre tu ausencia y el grito de mi pecho
se abre la dureza que oprime el esternón,
cráter en la boca donde
nosotros
jugamos a besarnos negros sin alma.
es lo que sabía… y sabía demasiado
por eso no puedo librarme
de mi grito,
no puedo librarme
de tu soledad.
nos abatimos por la noche negra como una cebolla
y un huevo de avestruz
o codorniz
da a luz
una zeta.
sé tanto que no puedo olvidarte,
pero los cuervos, aún, siguen rumiando mi dentadura.
Otros hombres más universales
Me desperté temprano y
ya estaba cansado
así que fui a trabajar para evitarme
y encontré unos cafés que
me necesitaban.
Acompañé un rato a una lágrima
que no salía del pecho en el que habita
y fuimos a una librería
pero estaba cerrada.
Volví a mi madrid de ruidos y señales
donde los perros no son maravillosos
y me dejé llevar del cuello
entre sus besos
a comer.
El mar que era la mar
había aprobado unas oposiciones
y un camarero simpático
nos invitó a un patxarán.
Se desgranó la tarde entre palabras
de un escritor portugués
que me quiere enseñar la humildad
que a veces pierdo
que me retiene
a mis propias ideas.
Conoce el universo, la fama, la disciplina,
la no autocomplacencia
la falta de sentido.
Ante hombres como él
me asombro
de haber dicho de mí
en algún momento
ser aspirante
siquiera
a
escritor.
Dedicado a José Saramago
En 30 Bocas
Entre mis letras amarillas
hago un llamamiento al orden
y limpio la casa de tantos cubos de basura que
gotean tu ausencia.
Te me fuiste entre los dedos
como el vino que en la garganta
me hace volar,
girar un ramo de violetas
frente a tu nariz amartillada
y decirte, una vez más,
que necesito tu presencia.
Entre estos peldaños escritos
acribillando folletos de antigua sal robados
en un almacén, desguace sin cerebro
rompo a llorar…
rompo a llorar y siento
que no siento mis manos sudorosas
que no siento mi estómago estragado
que no siento mis párpados vencidos
si no es a través
de la escritura.
Inspiración
Hay días que la duda es
si vomitar o
lavarme los dientes.
Intentar alejarme de mí mismo
huyendo de mis versos
con palabras laberínticas
para que no me encuentres.
Pero esta segunda persona es mi derrota
y esa derrota, tu victoria
que aclama al cielo que mi lucha
está perdida.
Sigo pensando qué hacer;
sigo esperando un rayo divino que me inspire
y me ponga a escribir,
a sembrar letras en el espacio tiempo
y otras cuantas dimensiones
a porrazos sobre cartulinas negras,
una tiza en las manos:
las nubes se van nublando
el cielo celando
y yo, irremediablemente,
yoyeando.
No puede haber equivocación
Llevo la frase en el cerebro
como una bala de plata
como inyección de cemento
como el miedo a regresar
a unos tiempos tan árticos
como mi infancia.
Quizás entonces no pudo haber errores,
me obligué a ser perfecto
y recuerdo sin fin
los golpes en mi cráneo
de unos nudillos de acero.
Por eso hoy, entre los errores que cometo
está mi preferido:
quererme
demasiado.
Tu divino pensamiento
Has decidido matarme porque te da la gana
y no cuentas para nada conmigo
porque sí, porque te da la gana
has decidido matarme
a golpes de tus besos
a rabietas feroces de tus senos
que se abandonan
locos como una manada de cerdos piafando
un abanico de loros amalgamados
en los que tu pensamiento
se convierte en divino
y das por sentado que puedes
que puedes matarme porque sí,
porque tú lo dices y no hay más que hablar.
Travesía
entre tus ojos y los míos,
una nube de polvo se cernía
y nos acabó por descubrir
que nos queríamos cual ciegos
a los que el verbo ha hecho personas
y descubierto la vereda de la dicha
en una mirada que surca
una nube de polvo que se cierne
entre tu soledad y la mía
enamorándonos,
haciéndonos pequeños cosquilleos
en los párpados
interrumpidos por un despertador que levantará
tus lágrimas mis lágrimas
el intento feroz de ser felices
objetivamente y llenos de misterio
que las frases del miedo hacen miseria
antes de que las matrículas se borren
de nuestros anillos de saturno
alba de la noche,
tu llanto me seduce con
lágrimas de seda que saben a sal,
lágrimas de azúcar que beso enloquecido
hasta tu despertar
alba de la noche:
travesía de encantos en la ciudad de mi vida.
Para Carmen