Sobre la gratuidad y el amor al arte

Ya he escrito otras veces sobre la gratuidad en un artículo sobre contenido en internet, sobre software de código abierto, sobre espectáculos y muestras, e incluso en uno dedicado a la ley de oferta y demanda y su relación con la ley Sinde.

Por supuesto, no es un tema que piense por primera vez. Es más, casi diría que es una de mis obsesiones permanentes, si es que una obsesión puede ser de otro modo.

En mi proyecto Lejanías, incluí un texto específicamente dedicado al tema de la financiación, que procedo a citar completo aquí, para contextualizar lo que voy a decir.

Financiación

Lo he hecho por vicio, por puro vicio onanista. Podría decir que por necesidad o por capricho. Lo he hecho porque quise y de la manera que quise. Jamás pensé en reducir costes o en justificar gastos. Nunca pensé en su repercusión ni en su posible utilidad pública o social. Me llevó el tiempo que quise o el que le pude ir dedicando.

En algún momento me sugirieron hablar con el departamento de marketing de RENFE para contar con la compañia como patrocinadora, pero de alguna manera me resultaba contrario al sentido del proyecto: En primer lugar, no son los CERCANIAS los que nos mantienen cerca (ni lejos), así que el nombre y la referencia era sólo casual, aunque origina el proyecto; en segundo lugar, en varias estaciones tuve problemas de acceso para fotografiar e, incluso, escribir, sin autorización. Ahora, terminado el trabajo, no la quiero.

¿Por qué su gratuidad? ¿Es Lejanías un manifiesto en contra de la retribución del trabajo artístico o poético? Definitivamente, no. Contesto subscribiendo la frase de Isidoro Valcárcel Medina: El arte es una acción personal, que puede valer como ejemplo pero nunca tener un valor ejemplar.

Esto no es óbice para que me resulte interesante plantear una reflexión acerca de la subsistencia de los poetas y de su trabajo, que no veo mejor resuelto, hoy día, que en tiempos de Maiakovski. Parecemos abocados a vivir de la caridad institucional, de mecenazgos más o menos razonables (en ocasiones disacordes con la naturaleza misma del proyecto en cuestión) o a la autofinanciación más absoluta, lo que equivale a la desprofesionalización completa del artista o poeta.

Sé lo que es trabajar gratis, hacer donaciones a la sociedad del trabajo personal, como cuando la semana pasada organicé un Seminario sobre maquetación y autoedición, como cuando mes a mes coordino encuentros de lectura, recitales, etc…

Desde la Asociación Cultural Clave 53 estuvimos lanzando muestras gratuitas desde el 2002, dedicadas a la divulgación de la Danza, el Tango, la Poesía, la Performance, el Cine, el Teatro… con una acogida variable.

En ocasiones era difícil convocar, incluso siendo gratuito, a un número de gente interesado en el tema; en primer lugar, difícil conseguir que algunos profesionales ofreciesen su trabajo de manera gratuita, aunque nosotros ofrecíamos nuestro trabajo de coordinación, junto con el espacio (y su alquiler no gratuito) y toda la logística que fuese menester.

En otras ocasiones, como las prácticas de Tango, nos acabó ocurriendo algo divertido: la gente nos pidió pagar. Los asistentes se sentían incómodos ante la generosidad y el cuidado que poníamos en hacer que funcionase y acabaron por pedirnos que, al menos, pusiésemos un bote donde depositar, de alguna forma, su agradecimiento material.

Todo esto vaya por delante para decir que sé de qué hablo cuando hablo de gratuidad.

Por no hablar de las veces que he realizado performances y participado en recitales de manera no remunerada, e incluso en alguna ocasión, con un alto coste económico, como cuando hice la acción en Helsinki que requirió que el desplazamiento y manutención corriesen de mi parte.

He llegado a hacer cursos de Desarrollo de la Creatividad y Poéticas Objetuales gratuitamente, como cuando participé en el Encuentro de Piedralaves, del Círculo Agora. Tan gratis que me costó dinero. Y ya no puedo seguir participando en estas condiciones.

Y, seguramente, seguiré participando y promoviendo muchas de las acciones que hago de manera gratuita, filantrópica, quizá en un intento poco articulado de modificar el comportamiento social con respecto al hecho de intercambio de materias, productos o servicios mediante la retribución directa de dinero.

Claro que creo que otro mundo es posible, pero no exigible y aquí el meollo del artículo después de un laudo exagerado a mi generosidad.

El otro día, a Carmen le reprocharon que convocase en Facebook el evento que realiza desde hace casi 8 años de una práctica de Tango cada último fin de semana de mes por el hecho de que no fuese gratuito, mientras que, en otro lugar pero a esas mismas horas aproximadamente, un colectivo estaba promoviendo un evento similar pero gratuito.

Facebook implica que no puedes dejar de explicarlo, de explicar tu posición al respecto de todo lo que promuevas o divulgues, para evitar el riesgo de que quien lee tu muro sospeche que eres de los que lanza piedras y escondes la mano. Hay que defenderse de los desacuerdos, lidiar con la comunidad en un peligroso estado de vigilancia de tus opiniones por miles de personas con quien te unen distintos tipos de vínculos. Esta es la razón principal por la que no quise realizar este diario en esa plataforma (y su carácter privado es otra de las razones, pero esto es otra historia).

Así que Carmen hubo de contestar, también en alusión a otras cuestiones, como el hecho de evitar solapamientos entre convocatorias de similares características o la dedicación que los profesionales del sector del Tango han de dedicar a labores de divulgación siempre gratuitas.

Y entonces, yo ya un poco cabreado, me preguntaba si aquel que estaba haciendo las recriminaciones a Carmen trabajaba gratuitamente para divulgarse o para fomentar o estimular el crecimiento de la actividad a la que se dedica. Me consta que le dedica tiempo de esfuerzo y dedicación al Tango, pero no deja de ser una afición, algo a lo que se dedica en el tiempo libre y con los recursos que le deja su profesión, aquello de lo cual ingresará, seguramente, una nómina.

Por otro lado, como gestor que fui de un local en Madrid, sé los costes asociados a tener algo abierto en esta ciudad y lo poco que se agradece, la simpleza con la que, desde la mirada de los aficionados, se tiende a exigir más y más servicios a menores precios, incluso, a sugerir que debería ser todo gratis. Y no puede ser.

No es posible mantener un local, ni tampoco una dedicación plena a actividades artísticas o culturales (ni de ningún tipo), de manera gratuita. Como no es posible hacer cine o música gratuita de manera permanente, ni software gratuito y sostenible…

Se puede hacer todo gratis si existe un soporte económico que sustente este esfuerzo, ya sea mediante el trabajo remunerado en otras áreas para realizar este de manera gratuita o tener una renta más o menos nobiliaria que exima de la necesidad de recibir una compensación económica, o que esta renta sea un salario pseudo-funcionarial que sea pagado en concepto de subvenciones (provenientes de la administración pública o entidades privadas). Pero todos estos casos, especialmente los dos primeros, son acercamientos no profesionales al trabajo artístico o cultural. Algo que, sorprendentemente, jamás se plantearía para un vendedor de colchones, por poner un ejemplo.

En cuanto al software, que me fascina que se esté desarrollando fuera de las empresas más o menos especuladoras y monopolizadoras, hay una tendencia creciente a extender el modelo de donación, lo que yo llamo mecenazgo democrático. Cada vez son más los desarrolladores de pequeños paquetes de software que tienen en sus páginas un botón que admite micropagos mediante PayPal. (Yo plagié esta idea para el modelo de financiación de Lejanías y tuve pocos, muy pocos, ingresos, seguramente en breve añadiré esta opción también en este diario/blog).

He pagado por programas gratuitos para gestionar mi envío de correo electrónico a horas específicas, he pagado a Wikipedia para que pueda seguir existiendo, a Wikileaks, he pagado la suscripción Premium de Spotify varios meses, también Megaupload, incluso no necesitándolo, he pagado por algunos pequeños paquetes de software como plantillas para OpenOffice, etc… siempre según mis escasas posibilidades, pero siempre creyendo que es algo que debería extenderse como costumbre, porque forma parte del respeto al trabajo, el reconocimiento a la labor de la que puedo aprovecharme y que deseo que continúe existiendo. Forma parte del planteamiento de un consumidor responsable que debe asumir que sus actos tienen consecuencias: si paga, si aporta una retribución económica a un proyecto que tiene unos costes, este podrá ser mantenido en un futuro (porque, como él, otros también lo harán).

He intentado, incluso, pagar a cadenas de producción norteamericanas por la adquisición online de mis series preferidas, encontrándome con la negativa a aceptar el pago porque provenía de una IP española. He intentado contratar alguna película online española en portales que presumen de tener una buena filmoteca para su disfrute por streaming, pero nunca han tenido la película que andaba buscando. (Responsables de las distribuidoras de cine español y productoras asociadas, pónganse las pilas… que los tiempos han cambiado).

Si en el cine online, la cosa está en pañales, la música está bien resuelta por streaming, por proveedores como Spotify o iTunes (y sus tiendas) o por otros que llevaban más tiempo haciéndolo, como las emisoras de radio, algunas de las cuales han aprovechado formidablemente las posibilidades de Internet (con last.fm a la cabeza).

Pero cuando se plantea cobrar una performance, surgen problemas. Quizá su origen contra-mercantil sea su fosa, esa voluntad de acabar con los abusos que se llevaban a cabo (y se llevan) en el mercado del arte, sea algo que, llevado al extremo, intente convencer de que ha de ser siempre gratis… y no es posible. El lugar en el que se hace tiene un coste que nadie cuestiona que ha de pagarse, el tiempo que se le dedica a planificar, montar y realizar la acción es profesional, en muchos casos, y ha de tener una remuneración si queremos que sea sostenible. La cuestión será cómo realizar esta valoración que le asigne un precio (justo) ¿por horas? ¿por litros de sangre vertida? ¿por lágrimas derramadas o risas? ¿por simpatía, por emoción, por intensidad?… Se abre un difícil debate que intentaré tener en otro momento.

Y a esto sumamos el asunto de la competencia mal entendida, como solapamiento de actividades de similar sesgo. Pero es tan ridículo entrar en esto…

Que existan más de una actividad al mismo tiempo en un ámbito geográfico, lo único que significa es que hay más de una propuesta a la que unirse y ésto es tan interesante, tan sugerente que, aquel que solicite el intento por no solaparse es que no tiene muchas propuestas que hacer.

Amén de que nunca está claro cual de las diversas propuestas debe ser la sacrificada ni que criterio elegir para privilegiar una sobre otra: se habla de que hay que anteponer a las gratuitas y yo digo que no. Al menos, no solo por eso. Que su gratuidad es un interesante estímulo, pero no el único, que hay muchos más factores a tener en cuenta y que los piensa aquel que ha desarrollado o viene desarrollando su actividad en un sector que difícilmente se mantiene dentro de la profesionalidad, como es la gestión cultural.

Por ejemplo, volviendo a la discusión pública de Carmen en FB, si ella dejase de hacer su práctica, podría ocurrir que, después de un tiempo, quien mantiene el local en el que ella realiza su convocatoria no siguiese interesado en las propuestas tangueras por no aportarle un dinero que necesita para funcionar (en el modelo económico actual). Pasado ese tiempo, ese espacio sería un espacio menos a lo largo del año, además de que Carmen misma podría dejar de trabajar gratis (no saca un dinero que justifique su esfuerzo) en la divulgación del Tango entre sus alumnos y otros que están comenzando en el mundo del Tango. Flaco favor para el Tango en Madrid.

¿Por qué criterio o convocatoria decantarse?

Para mí es evidente que por apoyar todas las propuestas que se hagan, que tampoco son tantas para una ciudad como Madrid. Competir, en caso de que tenga que ser usada esta palabra, con otras acciones más pasivas o menos desarrolladoras de la creatividad y la convivencia del respeto a la cultura como es el ver acontecimientos deportivos en televisión o atontecimientos similares.

No hay nada como la efervescencia de propuestas similares para estimular un sector del mercado. Esto es algo que saben perfectamente los bares en Madrid, que tienden a estar cerca porque es más atractiva una zona llena de bares que un bar aislado. Las tiendas de ropa, las tiendas de bricolaje y otros múltiples ejemplos.

Pero siempre quedará quien piense en pequeño, quien no se dé cuenta de lo que cuesta trabajar (de trabajo) en un sector como este de la cultura (que se ha de hacer, parece, por amor al arte), quien se conforme con la gente que ya existe y no sienta que, para transformar los intereses de la sociedad hay que ver la gente que puede llegar a existir, no la que existe.

Y, esta lacra, además, se permiten el lujo de (desde sus humildes opiniones, eso sí) indicarle a los profesionales lo que deben hacer, quizá sin haberse parado demasiado a pensar en lo que realmente hacen ya. (No es el caso de quien mantuvo esta discusión con Carmen y que me ha servido de excusa para esta larguísima entrada en el blog de hoy. Vaya para él todo mi cariño y reconocimiento).

Lo que sí es evidente es que debe haber un debate (que me consta que existe en distintos sectores) sobre la gratuidad y la cultura como sector sostenible. Especialmente importante en época de crisis (no sé si el sector, pero sí su modo de financiación y sostenibilidad).

Endesazul

Endesa Zul
Actitud azul?
¿Es una broma?
Parece increíble que esta publicidad no se refiera a las elecciones municipales recientemente celebradas (aunque más que celebradas, cabría decir realizadas) en las que el azul se impuso al rojo claramente.

Claro que también podría deberse al interés por Facebook de algún publicista algo torpe. Los colores son simbólicos, como ya decía Kandinski en su famoso libro De lo espiritual en el arte, capítulo V, el dedicado a los colores.

Pero es que todo, repito: todo, es simbólico. El simbolismo ya lo afirmó. La poesía, siempre por delante de las ciencias… y a veces en paralelo, así que no siempre… y siempre al mismo tiempo, puesto que para la poesía no existen las contradicciones porque todo es una contradicción, y no, la poesía, insisto, ya lo sabía.

Así que, quizá, este anuncio hay que entenderlo en clave jocosa o poética, contradictoria o infeliz. ¿Será que el azul ya no es el de tus ojos, sino el de Endesa? El romanticismo, el más cursi romanticismo, parece tocar a los marketings hasta hacerlos necios. ¿Se le pasó? ¿Fue intencionado?

Ay…. cómo me gustaría pensar que fue una licencia poética… pero me temo que no.

Será azul.
Será.
Azul.
Azulea eléctrica
como la luna
manifestación de la conciencia de la tierra
azulea mecánica y barata
como tu corazón
expuesto en la ventana
para que el sol caliente tus entrañas
para que la lluvia arrastre tus lágrimas
azules
como párpados opacos
a la luz de un fuego
de gas natural
que nos quema
hasta las facturas de la pena
hasta la pena electoral
hasta la rabia
hasta la nada
y nada
nada
hasta llegar al mar.

Backup

El domingo
hice un backup
de varios de mis documentos
más recientes
como si importase tanto
perderlos
que tuviese que tener copias en mil países distintos
y libres de pecado y polvo y paja
pero es puro onanismo
o narcisismo… que es muy parecido
al menos, antiguo.

El domingo hice un backup
o, lo que es lo mismo,
una copia de seguridad
y me di cuenta de que
había olvidado seleccionar
mi vida.

Seminario de Maquetación Gratuito

Ayer invité a mi casa a varios de mis alumnos y algunos exalumnos para ofrecerles un poco de mis conocimientos en maquetación, lo que he ido aprendiendo con el paso de los años y los libros.

Me resultó curioso como los que venían traían regalos o cosas para comer y beber. Como los reyes magos en el belén. Yo, que soy muy serio, a parte de agradecérselo escasamente, les decía que era un curso, no una fiesta. Que se trataba de intentar tomar notas y no patatas. Pero hoy, recapacitando (curiosa palabra), me he dado cuenta de que el kit de la cuestión estaba en la gratuidad.

Parece difícil presentarse en un lugar donde nos están regalando algo sin nada que regalar.

Pero, obviamente, no hacía falta. El objetivo no era aprovisionarse para pasar un largo invierno, sino demostrar que otra economía es posible. Se trata de regalar lo que tengo (en la medida en la que puedo) fomentando que, el día de mañana, quizá, alguien de los que asistieron o fueron invitados a asistir, decida también regalar algo de lo que tienen (en la medida en la que puedan y/o quieran).

Además de las manifestaciones tan en boga estos días, hay que mantener una actitud permanente de solidaridad, de entrega, de generosidad… compatible con necesidades materiales de primer nivel, por decirlo así, que se han de nutrir, de momento, con la forma tradicional de remuneración por el trabajo (asalariado).

Intento hacerlo desde hace años, vivir de esta manera, aportando mis granitos de arena de tiempo, conocimientos, disposición, como convocando recitales, organizando reuniones de lectura, facilitando seminarios como el de ayer y, próximamente, fomentando y extendiendo el uso del software libre, instalando Linux en ordenadores de quien desee que se le ayude a instalar…

Son varios siempre los campos en los que uno puede darse. Pero conviene tener presente una frase que me dijeron la primera vez que me apunté de voluntario a una ONG y estuve dando clases de informática y teatro en Norte Joven, una escuela para chavales con problemas de integración:

No te comprometas con más tiempo ni más esfuerzo que el que estés dispuesto a mantener durante un largo periodo de tu vida.

Me lo apunto y lo hago tal cual, aunque siempre dudando si un poquito más sería mantenible, sostenible, como parece que hay que decir. Siempre siento que no es suficiente… ¿lo es?

Nombre-Hombre

Esta mañana, escuchando los desayunos de la 1, algo bastante patético, por otro lado, me daba cuenta de que a Jose Luis Rodríguez Zapatero se le llama Zapatero, a Alfredo Pérez Rubalcaba se le llama Rubalcaba y a Carme Chacón se la llama Chacón, a Mariano Rajoy se le llama Rajoy. Es obvio que es porque la sencillez del primer apellido de los primeros (Rodríguez o Pérez) no haría muy identificable de quien se está hablando.

Me resulta interesante pensar porqué entonces, a Patxi López se le deja el apellido, aunque siempre se usa también el Patxi. Claro, es la forma más sencilla de decir que, dentro de ser claramente español (López, hijo de Lope), no deja de reconocerse vasco (Patxi, por Francisco Javier López Álvarez).

Mi nombre de carnet de identidad, por decirlo así, es Jose Manuel Domínguez Sabaté. Jose por mi abuelo paterno y Manuel por mi abuela materna. Es decir, soy un refrito de falta de originalidad familiar, sumado a un primer apellido tan vulgar (en el mejor sentido de la palabra) como Domínguez, hijo de Domingo.

Domínguez es un apellido patronímico el sufijo -ez significa hijo de Domingo. Al tratarse de un nombre propio muy común debido a la devoción a diversos santos, como Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos o Santo Domingo de Silos, no existe un origen común y existen múltiples ramas.

Es evidente que esto de los apellidos contiene toda una historia de la que a veces queremos librarnos.

Yo vendría a ser un hijo de Domingo, nieto de José y, también, de Manuela. Pero, sin embargo, Sabaté, ese segundo apellido no es tan convencional como lo demás y, aparentemente, no es patronímico.

¿Por qué, entonces, no asumí como nombre Giusseppe Sabaté?

La historia de cómo me empezaron a llamar Giusseppe es siempre preguntada y muchas veces no sé si me apetece contestarla con un simple: yo lo elegí. Así que ahí va:

Todo empezó allá por mis tiernos 19 añitos, hace más de 24 años. Yo salía con una muchacha a la que no dejaré de querer nunca que se llamaba Marta (tentado estuve de escribir Carmen, qué cosas), con la que mantuve una larga y feliz relación durante siete años. Ella, de familia numerosa, tenía 7 hermanos y hermanas, el menor de los cuales, se llamaba Alberto.

Alberto y Marta y sus amigos me hicieron asiduo de Alcobendas, donde entonces vivían. En aquella pandilla recuerdo que éramos varias parejas más o menos estables y algunos personajes un poco más, digamos, outsiders. Alberto tenía una novia llamada Cristina, estaban Jose y una chica cuyo nombre no recuerdo, Marta y yo y Raquelt y Queralt.

Como se puede observar, éramos dos en un grupo con tres chicos los que nos llamábamos Jose, y Queralt tuvo la genial idea o la sutil broma de comenzar a llamarme Josep, con un marcado acento catalán. Poco a poco, antes de tener los 20 años, ya me llamaban todos giusseppe.

Entonces a mí me era indiferente el tema del nombre y no le di mayor importancia que la de que sirviera para distinguirme de un (otro) Jose.

Pero el tiempo pasó y acabamos separándonos, Marta y yo, y Queralt y Raquelt y los demás. Queralt se fue a vivir a Alicante y yo comencé a salir con Raquelt. Fueron unos extraños tiempos en los que nuestra relación se aposentó sobre un delirio tras otro, negándonos la sencillez de la felicidad. Ninguno de los dos estábamos preparados y prefiero no entrar en detalles (quizá otro día). También acabé rompiendo con R, por una pasión algo incontrolada que sentía por Patricia… pero esto es otra historia.

Definitivamente, rompí con casi todo aquel grupo salvo para encuentros casuales o acordados para mantener un contacto cada vez más artificial.

Y en un momento en el que lo que necesitaba era romper, acabé por romper, incluso, con mi familia, con el resto de amistades, con todo lo que pudiera ser y me fui a vivir a Australia.

Y en poco tiempo regresé.

Pasados unos meses (yo buscando trabajo en EEUU, en Irlanda, en UK…) recibí una llamada de Beatriz, la hermana pequeña de Raquelt, con quien alguna ocasión había flirteado. Me pedía que volviéramos a vernos, que retomáramos el contacto, que siguiéramos siendo amigos a pesar de que ya no quisiese, por su bien, ver a su hermana. Y eso hicimos.

Para Beatriz yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Y me animó, maravilla de las maravillas, a que me apuntase a Teatro, en un grupo en el que, según sus palabras, había 18 mujeres y sólo 2 hombres. No dudé mucho en apuntarme, aunque el primer día recuerdo mirando los ojos azules-violetas de mi amiga Ruth, que pensé: «Pero si yo estoy aquí para ligar, ¿por qué me está gustando tanto esto de jugar a actuar?». Y me acabé olvidando de que a lo que había ido era a otra cosa.

Ya para todos mis nuevos amigos, yo era, simple y llanamente, giusseppe.

Jose (Eugenio Vicente Torres), el profesor de Teatro a quien tanto debo que nunca podré pagarle, me presentó a mi amiga del alma, mi querida Sylvia, a Aída, a Elena, a Rafa… para quienes yo seguía siendo, simple y llanamente, giusseppe.

Incluso, Sylvia llegó a fabricar el primer recorte, la modificación natural del nombre (artificial), que fue giuppe. Aún me llama así.

Y esa parte de mi vida, ese entorno, siguió creciendo mientras los demás mermaban. Cada vez eran más para quienes yo era, simplemente, giusseppe.

Y fui giusseppe para mí por primera vez cuando, animado por Jose, me decidí a registrar mi primer libro de poemas. Una vieja recopilación de poesía adolescente, titulado, finalmente, El SinSentido de la Vida. Y lo firmé como, simplemente, giusseppe.

Elegí una minúscula intencionada y carente de apellido, simbólicas de mi humildad (pretendida) y mi creación ex-nihilo: giusseppe, sin más.

Pero poco a poco fue abriéndose una inevitable confrontación entre Jose Manuel Domínguez Sabaté y giusseppe. El primero era al que le correspondía el lado analítico, científico, tecnológico, de la vida, mientras que al segundo le tocaba el lado sintético, creativo, artístico. El primero estrechaba manos, el segundo abrazaba. El primero era serio, el segundo era irreverente. El primero era maduro y pragmático, el segundo era adolescente y utópico idealista. El primero era contenido, el segundo era desbarrado. El primero tenía trabajo en unas importantes empresas, el segundo consideraba importantes empresas aquello en lo que deseaba trabajar.

Hasta que, poco a poco, se fueron haciendo amigos. Y en el nombre tenía que quedar algo de ambos, en el nuevo nombre: Giusseppe Domínguez

Quedó el gusto por las mayúsculas de los adultos, el apellido que marcaba parte de mi origen que, de esta manera, reconocía, pero quedó la elección personal de un nombre procedente de una amistad, que servía para distinguirme que contenía una pequeña trampa barroca como era el tener 2 eses y 2 pes.

¿Pero por qué no Sabaté?

Giusseppe ya es bastante característico, como para elegir además el minoritario Sabaté para que lo acompañe. Se trataba de que para reconocerme no me llamasen Sabaté, sino Giusseppe.

Y parece que lo voy consiguiendo.

A parte de algunos familiares, reticentes a llamarme Giusseppe, aunque ya se les escapa alguna vez un Giuppe, como a Carmen que siempre me llama así, cuando no otras cosas más cariñosas que no voy a repetir en este espacio, ya nadie me llama Jose. Ah, sí, algunos de mis alumnos; cuando tiene que haber un contrato de por medio, acaban llamándome Jose porque es lo que ven en los papeles. Me gusta dejar salir a pasear esa parte de mí, de cuando en cuando, pero ya están tintados ambos el uno del otro: ese Jose viste como giusseppe y a ese giusseppe no le avergüenza reconocer que le encantan los ordenadores.

Poco a poco, voy logrando ser sólo una persona, variada, casi federal por dentro, pero una única persona.
Y me encanta.

Adoro ser Giusseppe Domínguez, adoro construirme, no ya de la nada, pero sí a cada mañana, aunque algunos días resulte cansado.

Giusseppe aclarando cosas….

Bicicleta

¿Qué ocurre en Madrid cuando comienzan a circular en bicicleta miles de personas que antes no lo hacían?

Madrid 1562
Madrid 1562

Madrid es una ciudad que ha crecido mal, desde sus orígenes como capital de España hasta ahora, ha ido creciendo como un pueblo grande manchego, que dice mi padre. Recuerda más a Toledo o a Ávila o Segovia que a París, por poner un ejemplo. Y no es sólo una cuestión de tamaño sino de estructura. Barcelona es una ciudad del mismo tamaño que Madrid, aproximadamente, y sin embargo su estructura es planificada, como se puede ver en la imagen del plano de la derecha.Eixample de Barcelona

Esto sirva para anticipar porqué soy algo crítico con la bicicleta y su uso masivo en esta ciudad. Siempre he defendido que, dada justamente su reducida dimensión y su alta concentración de población y edificios en el centro, Madrid era una de las ciudades más «caminables« que se pueda concebir teniendo en cuenta su población. Hay pocas capitales de estas características que se puedan caminar de arriba a abajo, de norte a sur o de este a oeste, casi en unas pocas horas. Por supuesto, el espacio dejado a los coches es ridículo, por no hablar del que queda para los peatones. Si le sumamos la demanda de los que desean pasear o circular en bicicleta, me temo que tenemos un problema.

Pero eso no quita para que considere que ha llegado el momento de plantear una nueva forma de circular por las ciudades y Madrid no debe salvarse de esa transformación.

Para empezar, admiro el transporte masivo de población por su eficacia, por su alta capacidad de mover a la población afectando al mínimo el espacio que se precisa para ello, la energía que se consume y la velocidad a la que se puede desplazar. Por no hablar de la seguridad. Son todo ventajas y creo que, en esto, pocos parecen estar en desacuerdo, para variar.

Lo que yo extraigo de ello es que los que se mueven en coche en el centro de la ciudad deberían ser «penalizados« con menos espacio del que aún hay; que se puede generar un carril bici en Gran Vía y otro en Castellana/Recoletos y así en las principales vías. Que sufra quien tenga un deseo irreprimible de circular en transporte privado en el centro de una ciudad como esta me parece un mal menor. Pero que sufra quien camina, que sufra el peatón por el miedo que puedan tenerle los ciclistas a los vehículos motorizados me parece terrible en una ciudad que, indudablemente, debería ser más peatonalizada cada día.

Hay infinidad de vías (estoy hablando principalmente de la zona centro de la ciudad) que al peatonalizarse ganarían calidad de vida para todos los afectados: comercios, peatones, incluso conductores que no se encontrarían, como ahora ocurre con tanta frecuencia, atorados en una callejuela por un vehículo que paraliza el tráfico completamente, con el consiguiente cabreo, ruido de cláxones desquiciados y estrés para todos los afectados: comercios, peatones e incluso conductores.

Pero peatonalizar no significa hacer un carril bici para que los ciclistas tomen el relevo de los conductores. Y menos aún cuando los ciclistas, en la mayoría de los casos, no respetan ningún tipo de normativa de circulación, creyendo que se trata de un movimiento como el de caminar, que no precisa de normas explícitas. Pero no es así: igual que hay carnet de conducir vehículos motorizados, me parece que sería necesario implementar un carnet de conducir bicicletas por la ciudad, para conseguir el cual se pueda exigir el conocimiento y respeto de unas normas básicas de convivencia.

Me he encontrado varias veces arrollado por ciclistas en lugares dónde no tendría que haber ocurrido esto, como aceras, ya de por sí exánimes, o en calles peatonales, en las que uno camina relajado y sin sentir que debe tener ojos en la espalda o habilidad y rapidez para apartarse del arrogante galopar de un ciclista. Les he maldecido hasta el punto de sentir que su reclamación (que es lícita) de conseguir un carril bici no es la mía. Está claro que debe haber un diálogo y acuerdo, pero mi sentir es que los bicicríticos desean luchar contra los vehículos invadiendo el terreno en el que no hay vehículos y esto me parece una contradicción.

También me crispa cuando, cada jueves de mes que deciden manifestarse, cortan no sólo el tráfico de los vehículos privados, que me parece que estaría en su sentido, sino también el tráfico dedicado a los transportes públicos masivos, como autobuses de la EMT. Para mí, ferviente defensor de la reducción del número de vehículos privados, este perjuicio contra los transportes públicos colectivos es un argumento a favor de los privados.

Por favor, queridos ciclistas, sean respetuosos con los peatones por encima de todo: en ellos están sus más posibles aliados. Sean respetuosos por el hecho de que respetar es bello. Exijan respeto de los vehículos motorizados privados circulando por sus carriles respetando sus normas de circulación hasta que se habiliten para las bicicletas unas normas específicas con carriles específicos. Bloqueen sin pudor las vías que consideren, pero no las aceras. En caso contrario, como ya ha ocurrido en más de una ocasión, se acabarán por fabricar unos minicarriles bici en las ya desnutridas aceras de esta ciudad.

Y entonces, sólo entonces, recibirán mi apoyo. Soy peatón y no creo que a los ciclistas les gustase que los peatones invadiésemos la calle durante su circulación en un carril bici. Sólo pido reciprocidad.

Bildu

Mi amigo Juan Carlos Poto Etxeberria escribe en su Twitter:

Y los gritos en Genova (Bildu fuera)…España cada vez entiende menos a Euskadi. Será que nos explicamos fatal… 😉

Y yo no puedo por menos que contestarle:

Sí querido amigo, cada vez que oigo estas cosas me asusto mucho. Pero es que este país siempre ha sido franquista. Tenemos una desgraciada herencia no resuelta que viene desde la invasión visigótica, la convivencia no pacífica con los musulmanes, el radicalismo al que se fue tendiendo hasta culminar con unos reyes católicos en la época en la que las reformas religiosas y sociales comenzaron a modificar la forma de sentir de los países emergentes europeos. España se lo perdió. Se convirtió en ese bastión del oscurantismo y la tradición más a ultranza y acabó por continuar aislada hasta el punto de que nuestra única revolución fue contra el rey más liberal que habíamos tenido, allá por 1808. Y así seguimos, tras decenas de golpes de estado con un bipartidismo que siempre ha sido crónico de nuestro país, como cuando gobernaban conservadores frente a liberales. Seguimos en las mismas, pero cada vez más, se parecen más. Y no entendemos que pueda haber más de 2 opiniones sobre algo… sea lo complejo que sea. Y si esas opiniones se parecen, pues lo llamamos, además, consenso y no ruina democrática.

Por eso quizá lo que pasa en SOL es tan importante para algunos de nosotros: nos demuestra que existimos, aunque no vaya a tener demasiada incidencia. Demuestra a la gente que en Madrid (y en otros sitios) hay gente que piensa de otra manera, que está dispuesta a hablar de otras cosas y de otra forma…

Pero el Nacionalismo es intratable… Nadie se atrevería, en SOL ni en ningún lado, a alegrarse de que BILDU haya ganado las elecciones en Gipuzkoa. Y yo me alegro: me alegro porque sé que al fin muchos de mis amigos tienen representación, sé que es un buen comienzo para hablar de democracia… para revocar leyes de aplicación arbitraria como la Ley de Partidos… pero solo es eso, como SOL, sólo es un comienzo… ahora toca seguir y defender lo poco que se ha conseguido. Pero algo es algo, no?

Pen Drive

Tiene algo dentro
que me oculta
reservando un misterio
como si fuese un poema
o un panel de dígitos
organizados hacia arriba o hacia
abajo
según
la influencia de algún campo magnético
que coloca el trigo con la cabeza erguida
contra el sol
contra sol
esa plaza…

Elecciones

La democracia, tal como la tenemos, ha hablado.
La sociedad española, que a veces se me olvida, es claramente de derechas.
No sé cómo en algún momento había pensado que la opción de IU podía ser mirada como alternativa a PSOE para que no se imponga la política neoliberal de la derecha (aunque ya con el PSOE estaba ocurriendo)
No sé de qué ilusión me dejé llevar.
Pero el caso es que la derecha ha triunfado masivamente en los municipios españoles.

Yo nunca votaría a alguien como Rita Barberá o Esperanza Aguirre por la manera que tienen de vestir. Sí, sé que suena muy superficial, pero es que los prejuicios tienen eso. Sin embargo, cuando paseo por un pueblo como Daimiel me encuentro con clones de estas señoras. Cuando paseo por un pueblo como Colmenar Viejo me encuentro con clones de esas señoras. Cuando paseo por muchos barrios de Madrid me encuentro con clones de esas señoras y muchos trabajadores con el mismo, exactamente el mismo, aspecto que Gallardón, que Camps, que otros como ellos. Incluso encuentro muchos que se parecen a José Blanco y algunos, un poco desaliñados, a Rajoy o Zapatero.
¿Buscamos parecernos a nuestros políticos o que nuestros políticos se nos parezcan?

Supongo que yo no quiero parecerme a nadie, aunque se me parezca gente, aunque acabe pareciéndome a gente. Pero mi sensación es que la inmensa mayoría de la gente desea que se nos parezcan nuestros políticos, que nos representen también en el vestir.
Pero claro, esto es contradictorio con la afirmación por la que digo que no votaría a alguien como Barberá.

La verdad verdadera (quizá lo de antes era mentira) es que no votaría a alguien que tiene intención de obtener la liquidez que ahora mismo hace falta desmantelando lo que considero más sagrado: educación pública y sanidad pública.

Hoy no quiero ni acercarme por ese patio de vecinos en el que estará todo el vecindario voceando a favor y en contra… pero la curiosidad me puede. No voy a venderla como interés antropológico social porque no lo es. Es un morbo aburrido y adulto, postelectoral.

Puerta del Sol

Acabo de volver de la Puerta del Sol de Madrid, hoy, 20 de mayo de 2011, y siento que se ha estado produciendo un fenómeno revolucionario único en la historia de España. Pero me pregunto: ¿y esto que va a cambiar?
Y la respuesta es obvia: Ya ha cambiado cosas.

Ha cambiado la imagen que la sociedad tiene de sí misma. Si después de este día alguien aún dice que no se puede hacer nada, que sólo los partidos pueden convocar, o los sindicatos, o la iglesia (que es otro sindicato) o alguna gran empresa, que como no se forma parte de lo uno ni de lo otro, no se puede hacer nada…. si alguien cree esto después de esta semana es que no se ha enterado de lo que ha estado ocurriendo: un grupo de personas han conseguido captar la atención, la escucha, de todo el país. Su discurso es heterogéneo y naïf, pero es verdadero. Hacía falta que volviésemos a ser capaces de distinguir el valor de la verdad en el discurso.

En cuanto a cambios concretos, podemos pensar que a corto plazo lo ideal sería (desde mi punto de vista) un fraccionamiento en la representatividad política en las instituciones: el bipartidismo de partido único que lleva establecido en el poder desde hace décadas es falaz, humillante, arrogante porque puede y, cada día, menos democrático. No necesita debates para hacer reformas tan impopulares como las que está haciendo últimamente (ni el PSOE en el gobierno central ni los distintos PPs en sus correspondientes feudos), no necesitan escuchar a los ciudadanos porque dependen demasiado de otros a quienes prestan oídos.

Creo que el objetivo principal de una convocatoria como esta de www.democraciarealya.es es, sobre todo, fomentar la reflexión individual y, conseguido parcialmente este objetivo, es inverosímil que con las diferentes sensibilidades políticas que existen sólo sean elegidos 2 partidos políticos. Sé lo que es la Ley Electoral actual y su perverso sistema D’Hont pero confío en que el reparto de voto sea lo suficientemente grande como para que la representatividad sea también repartida. Esto llevará a un debate parlamentario sano y necesario en épocas difíciles, donde el aprobar decisiones difíciles sin más apoyo que los de un partido es, cuando menos, triste.

Y ahora no sigo escribiendo que viene mi amiga Aída, pero me gustaría hablar de lo que va a influir a más largo plazo…


Se ha ido Aída y continúo mi pequeña especulación sobre el futuro de esta protesta y su repercusión.

A medio plazo, hay que plantear como objetivo concreto que en las elecciones de 2012 no se planteen como un mero trámite de cambio de mano del cetro gubernamental. Pero, mientras tanto, es importante sentir y saber, ser consciente de que el gobierno que sea tendrá que tener presente que una revolución late en las calles y hay que escucharlas.

Imaginaba, por ejemplo, el escenario en el que se presentase la «necesidad» de una nueva reestructuración económica, como los ajustes fiscales y laborales de la última reforma, la contemplada en el Real Decreto-ley 10/2010, de 16 de junio, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo e imaginaba cómo se lo pensarían dos veces antes de volver a poner a la sociedad en una situación de crispación semejante.

Una revolución late en la calle.
Hay que escucharla, porque de ella depende el futuro.

Es posible que, incluso aunque no se vea lo que va a cambiar, ese cambio está ahí, ya ha llegado y no se va a ir.

El cambio y el lugar de cambio no es el gobierno, sino el cerebro de cada uno de los integrantes de la sociedad. Esta movilización está movilizando ese órgano, desde hace tiempo tan necesario para funcionar en una sociedad responsable, básico para la democracia, llamado cerebro.

Esto no es una broma