¡Que le devuelvan las pirámides a Egipto!

Vale, es verdad que los malos de esta película reciente son los imperialismos occidentales de los siglos XIX y XX, pero… y es un gran pero:

¿Qué es ese Egipto del que se habla cuando se dice que las reliquias fueron robadas a «Egipto»?

El Egipto del que fueron robadas no es el Egipto de hoy en día: un estado independiente y más o menos «de derecho», sino que era una propiedad del ya debilitado Imperio Otomano, así que se podría pensar que las reliquias fueron robadas a «Turquía», pero es que poco o nada tiene que ver Turquía (actual) con el Imperio Turco del S XIX.

Es un tema complejo que se suele tratar en reuniones de amiguetes en un bar y se dan soluciones tan simplonas que espantan, hasta llegar a decirse que toda propiedad es un robo, siempre y cuando convenga afirmar tal cosa y no como lo haría el anarquista a quien esa frase le resultaría muy diferente.

¿Qué es la propiedad? o una investigación acerca del principio del derecho y del gobierno (en el original francés: Qu’est-ce que la propriété? ou Recherche sur le principe du Droit et du Gouvernment) es el título de un libro del anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon editado en el año 1840.

Es en este libro donde aparece la cita más célebre de Proudhon, «La propiedad es el robo», y otras menos conocidas, como «La propiedad es imposible».

Originalidad y Amor

Anteayer, en una clase, lo pensé pero no lo dije para no refrenar el impulso del grupo en debates o acotaciones infructuosas:

La originalidad es como el amor:
se encuentra
cuando no se busca.

Descarté otra versión en mi cabeza que decía:

La originalidad es como el amor:
se encuentra
si no se busca.

Pues no es verdad que se encuentra «si no se busca», pero sí que, si se encuentra, lo más probable es que no haya sido buscada.

Aun así, las frases tan «rimbombantes» como esta siempre me parecen simplistas, aunque sean efectistas. Luego hay gente que las recuerda de por vida como grandes perlas de pensamiento, cuando no son sino pequeños destellos de un iceberg a lo lejos.

Hacer dinero

El lunes comencé un proyecto algo disparatado (¿acaso no lo son todos los que hago?) que se titula «Hacer dinero».

Consiste en recortar billetes poéticos con las dimensiones de los billetes de euro (5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500) de las páginas de una de las enciclopedias que más tiempo en mi vida me ha acompañado y que, finalmente, no tiene más validez (desde el punto de vista utilitario) que la de convertirse en polvo, como yo algún día.

Es curioso que esté comenzando este proyecto (o no tan curioso, después de todo) en un periodo en el que estoy especialmente preocupado por mis finanzas.

Y hablando de finanzas, fue muy muy divertido atender a una de tantas llamadas no deseadas que preguntan por el Señor Giusseppe para ofrecerle, con una cálida voz de acento extranjero, la posibilidad de adquirir criptomonedas en el mercado financiero internacional.

No pude substraerme a la posibilidad de contarle que, justo cuando me estaba llamando, estaba midiendo la caja de texto de las páginas del diccionario donde voy a proceder a recortar mis propios billetes, que me parecen tan verdaderos como los que actualmente están en curso y sostenidos por reservas internacionales. Sí, más o menos sé en qué consiste «el dinero» y no tengo un problema con ello. Pero ¿y si todo eso que damos por incuestionable fuese cuestionable? ¿Naciones, Estados, Economía, Finanzas, Dinero, Capital, Mercado, Reservas, Patrón-Oro, Patrón-Dolar…?

Se lo comenté en serio, intentando que no se lo tomase como una burla, ni como una ridiculización de un trabajo que está haciendo que sé lo tedioso que es y lo desesperante que puede llegar a ser. Pero supongo que tiene el protocolo esperable de no perder tiempo con quien, obviamente, no va a contratar productos financieros como criptomonedas en el mercado internacional.

Otro dilema interesante que está planteándome este proyecto es el de optimizar la cantidad de papel de la caja del libro para producir la menor cantidad de papel no utilizable (aunque puedo hacer marcapáginas, posiblemente). Es un problema topológico y de optimización matemáticamente resoluble, pero no quiero afrontarlo sólo desde la perspectiva del cálculo, sino desde la optimización, también, de los cortes a realizar y algunas otras cuestiones que irán surgiendo a medida que me ponga a ello y que ahora mismo, aunque me niegue a creerlo, no puedo prever.

En 2023 quiero convertirme en un banco de dinero poético.

¿Qué es el dinero poético?

Esta cuestión la debatiré otro día.

Feliz 2023 7x17x17

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Esta fue mi felicitación navideña de este cambio de año del señor nuestro dios… o sea, una fecha arbitraria como otra cualquiera, que buenamente podría ser laica.

Hoy he comenzado el día viendo este vídeo sobre calendarios (de calendas) que siempre me intrigan, esa extraña necesidad de cuantificar en números enteros y sencillos algo que no lo es en absoluto: el paso del tiempo.

Canal de vídeo de una comunicadora formidable

Estas navidades pasadas he estado viendo vídeos de youtube en mis ratos libres aunque suele resultarme muy pesado porque encuentro muchos vídeos cuyo contenido me interesa pero el continente está descuidado o, sencillamente, mal realizado.

He de decir que sigo un par de canales de divulgación científica (muy buenos los vídeos de Quantum Fracture, y no tan buenos los del Instituto de Física Teórica de la UAM), algunos de arte contemporánea de amigas o conocidas, pero que se prodigan poco y a Carmen de la Rosa, por supuesto, que tampoco publica casi nada. Además varios de historia y uno de «Linguriosa» de una youtuber lingüista que hace vídeos divertidos.

A partir de una recomendación que me hizo «el algoritmo» 😉 sobre el color azul y la historia del arte, me encontré con Ter, a quien parece que todo el mundo conocía, ahora incluso más pues es pareja de Jaime Altozano, otro famoso youtuber (¡que palabra más horrorosa!) dedicado a la divulgación y formación musical en su canal.

Ter es una arquitecta que con un tono altamente desenfadado genera contenido relacionado con arte, arquitectura, diseño, internet y algunos más personales que son menos «serios», pero siempre acabo encontrando en todos ellos algo interesante.

Defiende una tipología que denomina «Mamarrachismo Ilustrado» y sí que es cierto que tiene mucho de Ilustrado en un sentido verdaderamente histórico de la palabra, muy racional, a pesar del tono muchas veces tan informal que me resulta extraño pero atractivo.

Tendría muchísimo que aprender de sus dotes comunicativas, pero ya soy mayor (o no me apetece) para ello.

Ha sido tremendamente sorprendente el vídeo que descubrí en su canal sobre el cambio de logo de Correos:

Una verdadera joya de menos de 8 minutos.

Obviamente…

Obviamente, dice el artículo, la Wikipedia está pensada para satisfacer la curiosidad y el desconocimiento de los usuarios…

Es genial o deprimente, no sé muy bien, este tipo de errores que hace temblar ante lo que se avecina mediante inteligencias artificiales aún menos monitorizadas, si cabe, que quien haya tecleado este penoso artículo.

Y quizá acabemos encontrando una obra surrealista inintencionada, lo que no acaba de convencerme como obra, en una Internet 5.0 realizada por y para máquinas o personas a quienes no les importa absolutamente nada el rigor.

El mundo se ha vuelto loco (y es divertido)

El lunes, mientras escuchaba mi lista preferida de reproducción de Spotify, de Benito Lertxundi, que siempre escucho cuando llueve, me saltó la publicidad con un anuncio que me hizo hecho reír por lo inverosímil que me pareció:

¿NO PUEDES DISFRUTAR DE TUS DORITOS® MIENTRAS JUEGAS?
PUES ESO SE ACABÓ
TE PRESENTAMOS EL SOFTWARE CAPAZ DE CANCELAR EL CRUJIDO DE LOS DORITOS® DURANTE TUS PARTIDAS.
¡DESCÁRGATELO Y FLIPA!

Pero parece ser que es cierto. Hay un software que te entregan, vía rellenar un formulario que no pienso completar, que cancela el ruido de los mordiscos de unos aperitivos cuyo único interés es su crujido. Es decir, que sería más interesante comer, pongamos por caso, un poco de lechuga, o un tomate, que no crujen, para que no nos molesten mientras jugamos.

Menos mal que no juego a esas cosas para las que el crujido es tan problemático. ¿No se puede, sencillamente, prescindir de comer esos pedazos de plástico recauchutado mientras se juega y esperar a un poco después o parar el juego?

Vivimos una sociedad que cada día comprendo menos… y ha dejado de importarme.

🙁

Esto no es una broma