Me han vuelto a citar en un proyecto con el diccionario

Es simpático que alguien me escriba, de cuando en cuando, agradeciéndome «mi» diccionario de la RAE, es decir, que tenga a disposición de cualquiera que lo desee el diccionario en texto plano sobre el que estuve trabajando un tiempo a raíz del proyecto de Isidoro Valcárcel Medina en el que participé técnicamente.

El otro día me llegó este email desde Málaga:

Buen día.

Anexo versión en Excel recopilando todas las entradas a-z por si quieres añadirla a tu blog.

Un saludo.

Ramón (Málaga)

Y ahora subo la versión que esta persona me ha hecho llegar por si a alguien le fuese de utilidad. Es de agradecer que me haya citado, aunque el diccionario no es mío y no debería, casi, ni ser citado en ello.

Entradas Diccionario RAE (Formato XLSX)

Nota: No contiene macros.

Otra foto que me envían para mostrar mi obra expuesta

Hace unos días tan solo contaba que una amiga me había enviado una fotografía de mi participación en una convocatoria de arte postal. Esta semana otra persona, Mónica Rubio, encuentra mi pieza cianotípica en la exposición DE CORAZÓN • FROM THE HEART / III Convocatoria Internacional de Arte Postal • III International Mail Art Call, que ha generado un vídeo con las 550 piezas recibidas.

Como esto del ego no tiene límites, voy a mostrar el vídeo a partir del segundo en el que aparece la mía, no vaya a ser que nadie llegue hasta el minuto 7.

tengo que

Marta Serrano y Jana de Luque me han invitado a participar (con algunos textos) en una acción realizada presencialmente en la Biblioteca Central de Santander el 18 de junio de 2022.

En su solicitud me dicen que:

«Tengo que» en este proyecto trabajamos el concepto de las listas y tareas que acarreamos en nuestra vida. Con el objetivo de cumplir todo lo que nos proponemos, creamos largos listados que abarcan desde proyectos a largo plazo hasta la cosa más nimia. Cada tarea debe ocupar un puesto en la lista y pasa a tener su orden de prioridad y cumplimiento. Hacer listas resulta ser una estrategia para mantener cierta sensación de control, que combate tanto la incertidumbre de la existencia y la sensación de caos, como la saturación de información que recibimos a diario. Por otro lado, la necesidad de organizarse y enlistar llega a ser tan abrumadora que, en ocasiones, se convierten en deseos irrealizables o tediosas obligaciones. Aparece así, una sensación de agotamiento antes de comenzar.

Proponemos liberarse de esas autoimposiciones a través de estas acciones. La Variante 1, quienes participaban se libraban de ello a través de nosotras. En la Variante 2, se liberarán a través del público participante que lo harán en su nombre y en el de los demás.

Puedes participar y librarte de tus odiosos «Tengo qués» que pueden abarcar desde corto a largo plazo tanto en el plano personal, profesional y cada unos de los aspectos de tu vida… La lista puede tener la extensión que desees.

Y a continuación viene mi respuesta o participación:

tengo que ganar más dinero para poder seguir creyendo que mi vida es sostenible
tengo que aumentar mi presencia en redes y mejorar mi presencia en redes (sociales, de las del 2.0)
tengo que comprar ropa, en concreto calcetines y camisetas, para no parecer un pordiosero (ni un punki)
tengo que comprar un ordenador en condiciones y dejar de intentar alargar la vida de los que tengo para desafiar la obsolescencia
tengo que escribir un correo electrónico a una persona a quien no quiero ya ni dirigirle la palabra
tengo que hacer ejercicio físico para recuperar flexibilidad en la espalda y desafiar la obsolescencia
tengo que comer menos hidratos de carbono y otros compuestos orgánicos ingeridos en exceso
tengo que rellenar dossiers para presentar obras a concursos de arte
tengo que programar los talleres de poesía presenciales y telemáticos del curso que viene
tengo que averiguar quién continúa de entre las personas que actualmente asisten a mis talleres poéticos
tengo que cortarme las uñas de los pies con más frecuencia
tengo que quedar a cenar con mi sobrino y su pareja
tengo que llamar a mi madre esta tarde para que se quede tranquila por mi afonía
tengo que asegurarme de que no viene nadie esta tarde al evento que he tenido que cancelar por mi afonía
tengo que tomarme las pastillas carameladas que me ha recomendado el farmacéutico por mi afonía
tengo que arreglar el problema del gestor de álbumes de fotos de mi página web
tengo que actualizar mi página web
tengo que distinguir entre «tengos que» odiosos y «tengos que» no odiosos
tengo que distinguir entre «tengos que» no odiosos y «quiero»
tengo que distinguir entre «quiero» y «puedo»
tengo que distinguir entre «puedo» y «debo»
tengo que seguir yendo a nadar un mínimo de 2 veces por semana
tengo que comprar un bañador y un gorro de baño, para no parecer un pordiosero (ni un punki)
tengo que publicitar los talleres del siguiente curso
tengo que pensar si quiero hacer un cambio de modelo de vida permanente(mente)
tengo que revisar mi contabilidad
tengo que verificar si la tarjeta de correos para editoriales me funciona
tengo que hacer gárgaras de manzanilla mañana por la mañana
tengo que darle un final apropiado al proyecto-libro «cocinillas»
tengo que deshacerme de cartón de alguna manera creativa
tengo que fundar una editorial cartonera
tengo que comprar una pantalla de ordenador
tengo que comprar un soporte de pared para pantalla de ordenador
tengo que comprar un cable que llegue desde mi PC hasta el soporte de pared para pantalla de ordenador
tengo que pedir una taladradora para colocar el soporte de pared para pantalla de ordenador
tengo que pensar si quiero seguir manteniendo clases presenciales y telemáticas simultáneas
tengo que pensarlo antes de comprar una pantalla, un soporte y un cable que pueden no servir para nada
tengo que preguntar a mi gestora sobre la devolución de mis impuestos de IRPF
tengo que escribir más de 50 veces la frase «utopía eres tú»
tengo que pedir cita con un dermatólogo que me explique porqué tengo una erupción cutánea en las proximidades nasales
tengo que terminar esta lista de «tengos que» aunque no quiera
tengo que terminar esta lista de «tengos que» aunque no pueda
tengo que terminar esta lista de «tengos que» aunque no tenga que.

Algunos recuerdos de la presentación del proyecto Paraguas

El domingo pasado presenté el proyecto Paraguas, tal y como estaba previsto, en uno de los más bellos y delicados espacios de Madrid.

Escribí una breve y muy merecida reseña del lugar en Google, para ayudar a la difusión de uno de los mejores lugares que conozco en esta ciudad:

Madrid Music Hall es dirigido con talento, dedicación, esfuerzo, pero sobre todo con ilusión y amor, por Marta Aranda, quien ha logrado en menos de 2 años convertir una antigua oficina bancaria en una maravillosa escuela de música que además de enriquecer a la población local con cultura, ofrece la oportunidad (muy escasa en esta ciudad) de seguir sus eventos, de organizar eventos artísticos, literarios, musicales… en un Auditorio perfectamente equipado (con piano de cola incluido en el escenario) y diligentemente atendido.

No puedo imaginar un lugar mejor que nace con la voluntad de hacer del mundo un lugar mejor.

Gracias a la organización por su trabajo y auguro felices años venideros llenos de poesía, música, artes y belleza, platónica belleza, de la de «bueno/bello/vero».

No perderse su programación de eventos y cursos. ¡De lo mejor!

Algunas de las fotografías que se hicieron el domingo pasado muestran lo agradable que resulta una presentación en este espacio:

Cartel de presentación de Paraguas

El proyecto ya tiene fecha y lugar de presentación: el 5 de junio del 2022 a las 19:00 en el auditorio de la escuela de música Madrid Music Hall, que dirige Marta Aranda Roig.

He realizado este primer cartel que no acaba de convencerme. Desde luego, es cualquier cosa menos minimalista, como sí que es el libro.

Algo me dice que no será el último y definitivo.

Este es el texto del prólogo del libro, que describe a la perfección en qué consiste, pero no habla demasiado en detalle de las metáforas que me evoca el pensar en paraguas rotos.

Hace más de una década comencé a realizar fotografías de paraguas abandonados por la calle sin la más mínima intervención. Ni los manipulaba, ni editaba las fotografías, ni tan siquiera corregía una posición de los mismos o los rescataba del olvido, del injusto trato con el que alguna persona se había deshecho de ellos.

Ahí estaban, tirados, como llorando en mitad de la calle, en un entorno mayoritariamente urbano, en las proximidades de cubos de basura desbordados por un intento vano de introducir estos elementos en unas papeleras no pensadas para tal fin.

Me acercaba, me detenía, hacía una fotografía, en alguna ocasión más de una, para dejar huella, para dejar constancia del paso por la vida, por la utilidad, de esos enseres rotos, arrancados de su función por una varilla doblada, por una batalla perdida contra el viento, por una repentina mejora del clima.

Ahí quedaban, tras mi retrato, en el velatorio de la calle, en el cementerio de cemento, en la ignominiosa nada, en la desmemoria, tras un fugaz encuentro con una mirada ansiosa de metáforas.

Paraguas rotos.
Tan sólo son paraguas.
Paraguas rotos.

Algo más simple puede que se acabe imponiendo…

El problema de las cookies

Mi amiga Carla Vigara, gran humorista del mundo mundial, en absoluto gilipollas a pesar de su insistencia, ha publicado el otro día este texto sobre las cookies en una red social:

Hoy, en «Los problemas del primer mundo», vengo a comentar mi indignación ante las famosas cookies. Esos textos que aparecen en sitios web y que están ahí para que dichos sitios registren información sobre ti, para venderte hasta a tu madre y que vuelvas repetidamente a estos mismos sitios.

Mi política de cookies había sido aceptar todo y a correr. Hasta hace poco. Que me dio por rechazar todo y a correr. O rechazar hasta donde me dejan rechazar, porque hay unas «cookies necesarias» que te las vas a comer sí o sí. Quizá por eso las llamaron «cookies». PORQUE TE LAS COMES.

Total. Que mi indignación viene de que, como en tantas otras cosas, utilizan la política del hastío, del hartazgo, de la desesperación. Porque tú rechazas. Y rechazas. Y esta no y esta tampoco. Todo no, menos las «necesarias». Pero si vuelves ahí, sorpresa: tienes que volver a rechazarlo todo otra vez. De una en una. Ninguno de estos sitios web guarda, pese a haberle dado a un botón que pone «guardar y cerrar» y pese a que estás accediendo desde el mismo dispositivo, tu configuración de «idos, por favor, a freír espárragos».

Curiosamente, sí guardan la configuración si lo aceptas todo. Te comes TODAS las cookies y engordas para morir cayendo en la manipulación, que es lo que harán con «el registro» de tu visita.

De momento me coge con ganas así que voy a seguir rechazando. Dijo ella, mientras publicaba en una red social.

A lo que un amigo le ha respondido cordialmente, con información bastante acertada:

Un sitio web no puede guardar que has rechazado las cookies si no se lo permites… No es una trampa. Es que no puede.

Mi amiga, que es mucho menos ignorante de lo que ella afirma, le pregunta o comenta lo siguiente:

Soy una ignorante en esta como en tantas otras cosas, pero si tú guardas la configuración de las que aceptas y las que rechazas porque hay un botón para ello, ¿qué es? ¿Guardar para este ratito y no preguntarte en dos minutos otra vez si no sales de aquí? No entiendo que exista este botón si no vas a guardar, efectivamente, las preferencias de cookies. Pero insisto. Ni pajolera idea.

No he podido por menos que lanzarme a responder hablándole de cómo funcionan las cookies, ese pequeño engendro del «demoño», con el que nos controlan, haciendo no veladas referencias a mi querida película de Amanece que no es poco, que tanto ella como yo veneramos:

Como dice tu amigo, para que un sitio web guarde tu decisión sobre las cookies o cualquier otra información, ha de usar cookies, pero como le has dicho que no guarde cookies, pues no puede guardar tu decisión sobre las cookies, así que te seguirá preguntando en un bucle divertido e infinito si quieres que guarde tu decisión sobre las cookies, pero la única forma que tiene de hacerte caso por siempre jamás es que aceptes las cookies, información que la web guardará en una cookie (en tu dispositivo, por otro lado, así que no lo guarda, lo guardas tú), pero por otro lado, el hecho de una web que te pregunte si quieres que guarde tu decisión sobre las cookies en realidad te dice que no tiene ni idea de qué hacer, lo que viene a significar que no tiene una cookie tuya (o suya) que le diga nada, o sea, que es la mejor señal de las posibles. Pero todo esto es mucho más divertido de lo que puedo llegar a explicar. ¿Acaso hay cookies de chocolate? ¿de jengibre? ¿Por qué las cookies se llaman cookies, es porque te las comes, como tú crees o es porque te las dan, a modo de «hostias» más o menos consagradas? ¿En qué idioma hablan las cookies? ¿Tienen pelo las cookies? ¿envejencen las cookies? ¿Les duele algo? El honor de las cookies, la pauta completa de cookies… ay… ¿Son las cookies las nuevas ingles? … [Por favor, déjame usar tu texto y mi respuesta para un viejo proyecto cuyo reinicio ha despertado]

Y ahora estoy deseando lanzarme a terminar ese proyecto de cookies, una aplicación web que ofrezca una y otra vez aceptar todas las cookies de todas las web del mundo mundial y que no pueda hacerlo, lo diga, pero insista, en un bucle infinito de aceptación de todas las cookies de las web del mundo mundial, en realidad, en un ejercicio de sumisión absoluta y absolutamente imposible.

Otro de esos proyectos absurdos de poesía programable que tanto me divierten.

Post-Paraguas

A punto de recibir la edición del libro Paraguas de fotografías y haikus que surgió como proyecto allá por el lejano 2010, sin tener idea de cómo iba a terminar, me encuentro con este paraguas «volador» y no puedo dejar escapar el momento, la fotografía, incluso a sabiendas de que ya no formará parte de un proyecto cerrado.

¿Qué hacer en el futuro con proyectos abandonados? ¿Se puede seguir trabajando sobre el abandono, no ya de los paraguas, sino de los propios proyectos abandonados sobre paraguas abandonados? ¿Es lo mismo un proyecto abandonado que terminado? ¿No será un proyecto terminado uno que ha sido muerto y enterrado?

hummmm…

Esto no es una broma